Tolstoi: Sexualidad y muerte. Comme il faut...

                                                                                                                     
 A la memoria de mi padre 

En el momento de mayor éxito, como escritor, de León N. Tolstoi - había publicado ya Guerra y Paz y Anna Karénina-, y de una estabilidad económica y familiar envidiable, la vida pierde color y todo se sumerge en el sin-sentido. ¿De qué sirve su escritura, su hacienda, sus numerosos hijos, su esposa, si todo ello va a ser arrasado por la muerte?. La única salida que encuentra a estos razonamientos, para ser coherente, es el suicidio que le tienta y no consigue realizar. Este episodio documentado en su texto Confesión, supuso un cambio en Tolstoi, que le convirtió en un defensor de los desposeídos sin el uso de la violencia y que inspiró movimientos como el de Gandhi. Salió de esta crisis creando una religión propia, y fue tanto así que en los últimos años de su vida fue excomulgado por la Iglesia ortodoxa y era considerado un hombre peligroso para el poder zarista.

Este episodio, además de impulsar este movimiento entre político y religioso, desencadenó en su matrimonio una guerra que se hizo cada vez más cruenta con el paso de los años y cuyo desenlace final fue la huida de Tolstoi de su casa de Yásnaia Poliana, encontrando la muerte en dicha huida. De todo ello encontramos muchos documentos escritos.

Distintas preguntas me surgieron al comienzo, primero tratar de entender que estatuto darle a esta crisis de Tolstoi que se salda con una salida religiosa que tenía como lema el “amor universal”, ejemplo de ello fue su decisión de no ganar derechos de autor por sus escritos.

La presencia de la escritura a través de los diarios preside la vida de Tolstoi desde joven, y su matrimonio desde el inicio. Ella es una joven de 18 años y él un hombre de 34, y según nos dice en Confesión “No hay crimen que yo no hubiera cometido y, por todo ello, recibí elogios; mis coetáneos me consideraban un hombre de bien...”, y en un ataque de pánico, el día antes de su boda, temiendo que el matrimonio no tuviera un buen destino si ella no sabía quien había sido él, le dio a leer a Sonia su diario de juventud. Estuvo a punto de no celebrarse la boda, esta joven “inocente” quedó espantada de los excesos del que iba a ser su marido, al parecer sobre todo de los sexuales. A partir de aquí, tanto él como ella escribirán diarios sobre su vida en común, y desde el comienzo es un verdadero testimonio de un permanente vaivén entre pasión amorosa y odio. Desde luego más allá de los sucesos que estos diarios documentan, el mismo hecho de su escritura es un goce que Tolstoi mantiene hasta su muerte. No se trataba de diarios para preservar lo íntimo sino una exhibición de sus cuitas más pulsionales, asistimos al despliegue de una realidad fantasmática que su unión forjó y que se saldó con un final dramático: “la huida” de Tolstoi de la que había sido su casa familiar y la muerte que lo sorprendió en la estación de Astápovo.

Tolstoi es un hombre que atestigua de un deseo sexual que no se amortigua ni con sus 73 años, cuyo comienzo fue a los 13 y que a partir de su conversión religiosa trata de refrenar sin conseguirlo. La cópula para Tolstoi como para Borges, junto con los espejos, son abominables. Introduzco en este punto los espejos porque Tolstoi desde niño está verdaderamente atravesado por el padecimiento de considerarse feo, lo que le lleva a una sobrevaloración de la belleza y la perfección. Así relata su encuentro a los 12 años, con Sergio, dos años mayor que él, “su original belleza me atrajo, desde que lo conocí, de un modo irresistible” Pero, no tarda mucho en aparecer una niña de la edad de Sergio que le fascina. Sonia viene a sustituir al bello amigo, y este primer encuentro traumático con lo femenino, pues Sonia prefiere a Sergio, le hace sentir de improviso “un profundo desprecio hacia el sexo femenino en general y hacia Sonia en particular”. Esto que ocurre a tan temprana edad le acompañará el resto de sus días

Gorki después de una conversación con Tolstoi, siendo este ya septuagenario, escribirá: “su actitud para con las mujeres es de una terca hostilidad. Nada le gusta tanto como maltratarlas...¿Es la venganza de un hombre que no ha conseguido toda la felicidad a la que aspiraba o una enemistad provocada por los humillantes impulsos de la carne? Como quiera que sea se trata de hostilidad, y muy enconada”.

Frente a la muerte que opaca toda belleza, Tolstoi encuentra la salida por la vía de la fe y del amor universal a los desfavorecidos y campesinos. Pero Tolstoi, con su anhelo de perfección no lleva bien sus contradicciones internas que su esposa se encarga de señalarle permanentemente. Le inquietan los propios preceptos que no cumple, uno de ellos y muy importante, la abstinencia sexual, otro la renuncia a los placeres que su vida acomodada le proporcionan. Su dificultad para refrenarse en muchas ocasiones la carga en la cuenta de la mujer que lo tienta, cuando en realidad Sonia ha expresado claramente en sus diarios su desinterés por el deseo sexual, al que accede porque sabe lo importante que es para su marido. Ella está muy preocupada por el amor de él y el lugar que él le otorga.

A la luz de las lecturas, comprobamos el desconocimiento en el que ambos cónyuges se hallaban sumergidos. No solamente el empuje a decirse la verdad resultó ser venenoso, además, no podemos dejar de subrayar el hecho de que Sofía la mujer de León N. Tolstoi, que él desde el primer momento se empeña en nombrar como Sonia es, además, la hija de Sonia su primer amor. ¡Difícil para Sofía, no dudar del lugar que León N. le otorgaba en su vida!

Y si esto fuera poco, apareció en la escena un díscipulo Chertkov que compartía las ideas de Tolstoi con respecto a su obra y que le fue encandilando hasta conseguir que le otorgara ser el guardián de sus diarios y sus escritos. Sofía queda así desplazada del lugar que hasta ese momento había ocupado para su marido. Valiéndonos del esquema que realiza Jacques-Alain Miller en el Partenaire-Síntoma, podemos decir que el rol de burguesa le iba más o menos bien a la condesa Tolstoi, pero cuando esto se resquebraja, el desvarío femenino no encuentra una brújula en el gran escritor.

Tolstoi, en el momento de su crisis, está muy preocupado por “el carácter perecedero de lo bello y lo perfecto” y esto se resuelve para él con una pretensión de eternidad. Desde luego su vida estuvo marcada por la muerte, de la madre, del padre, del hermano, de la tía...y es esta salida por la religiosidad frente a este amo absoluto lo que le aleja de lo que el atisba claramente llegando a decirle a Gorki “El hombre pasa por terremotos, epidemias, el horror de la enfermedad y toda clase de tormentos espirituales, pero la tragedia más angustiosa que padece ha sido siempre y siempre será la de la alcoba”.

Tolstoi eligió para “salvarse”...¡es un decir!, mirar para otro lado, salió de su desesperación con su fe en el amor universal. Evitaba así, quizás sin saberlo, afrontar la angustia frente a lo femenino y se acercaba a la vana ilusión, que su hermano mayor Nikolai había sembrado en él, cuando teniendo Leon N. cinco años, le relató la fábula de la estaca verde enterrada en las tierras de Yásnaia Poliana. Algún día esa estaca sería encontrada y su inscripción revelaría el secreto para que todos los hombres pudieran alcanzar la felicidad y el amor universal. Tolstoi quiso ser enterrado en ese lugar, donde se gestó el germen de su creencia en la posibilidad de escritura de la relación sexual...alejándole de lo imposible y sumiéndole en la impotencia frente a la mujer que le llevó a su “huida final”.

Detrás de ese cuerpo tosco, a la vez que de una sensibilidad extrema (casi femenina) que se desborda de emoción con la música y la mujer y que León, no pudo más que sancionar como feo...vislumbramos una fórmula imperativa “comme il faut...” referida tanto a la mujer, como a la imagen que le hubieran convenido, en palabras de su tía. Frente a esta formulación imposible de cumplir Tolstoi rechazó el goce que le procuraba su relación con la mujer (persiguiendo la abstinencia) en pos de una imagen imposible de alcanzar...



Madrid 20 de noviembre de 2010

Mercedes de Francisco.





Noviembre 2010 Conferencia dictada en Jornadas Preparatorias IX Jornadas de la ELP “Los hombres y sus semblantes" celebradas en Barcelona
Octubre 2012 Publicado en Libro Titulado “Un Nuevo amor”.Grama Ediciones, Buenos Aires octubre 2012 ISBN 978-987-1649-86-0