La época que niega lo imposible

 

Cada vez más se hace un uso social de la etiqueta de trauma, no hay día en que no aparezca esta referencia en los medios. Desde luego la deriva que se produce en su significación, por lo menos en el ámbito español, se aleja más y más del valor y de la función que tiene para el psicoanálisis.

Todos quieren evitarlo, para ellos, para sus hijos. Los padres y los profesores, los periodistas, los políticos, consideran algo benéfico que el trauma no se produzca, prevenirlo.

Es indudable que la inclusión de esta palabra en el habla común, es uno de los signos de la incidencia del psicoanálisis en nuestra época, pero lo preocupante, o por lo menos lo interesante para indagar es por qué su significación va tomando una pendiente que desvirtúa su valor.

En una película argentina magnífica, El viento, de Eduardo Mignona, el protagonista de espaldas a la cámara dice lo siguiente, “como en la vida es inevitable el sufrimiento, mejor que sea por algo verdadero”. Pero lo verdadero, uno de los semblantes privilegiados no parece muy en auge.

Desde luego el estatuto del trauma con Jacques Lacan, no puede remitirse o quedar reducido a la primera época de Freud, donde trauma y escena de seducción aparecían enlazados. Sin embargo, la doxa del manual de autoayuda, del comentarista, etc., insiste en mostrarnos el trauma anudado a los hechos. Esto implica que la causa del trauma sería el hecho mismo y no el anudamiento que se produce en esa experiencia vivida del significante y el goce. Experiencia que resulta enigmática para el propio sujeto. Separándolo de su trama discursiva, de su carácter de huella (goce en el cuerpo), de marca, que provocará la repetición, que organizará la represión bajo la oscilación entre memoria y olvido, se logrará despojarlo de su carácter de demostración.

Con el trauma se demuestra que no hay encuentro sexual que no cojee. Con las primeras experiencias de la pubertad se comprueba que no hay un saber programado sobre cómo encontrarse con el partenaire.

Entonces, nos preguntamos, ¿será casual el uso social que se le da a lo traumático, su sentido, la manera de abordarlo? ¿qué radicalidad se pretende eludir cuando se lo considera susceptible de prevención? ¿qué supone que sean los propios agentes sociales los que deciden que los hechos en sí mismos son traumáticos?

I LA EXPERIENCIA-LO TRAUMÁTICO; EL AVANCE TÉCNICO-LA POBREZA.

Hay un artículo de Walter Benjamín, titulado “Experiencia y pobreza” (1933) que muestra cómo la posibilidad de experiencias para los hombres a partir de la Primera Guerra Mundial se empobreció de manera radical.

Experiencia y narración, tradición, memoria, forman una serie frente a la de pobreza, gran progreso técnico, lo actual, la barbarie. Estas contraposiciones dibujan el panorama básico de nuestra actualidad aunque ellas se hicieran a principios del siglo XX. Podemos incluir a Walter Benjamín como uno de los “avisadores del fuego”,* que nos mostraron los cambios que llevarían a la catástrofe de la Shoa y la Segunda Guerra Mundial, y que no han perdido su vigencia para abordar la “rabiante actualidad”.

Frente a estas preguntas que nos hacíamos al principio este texto nos marca el camino. Benjamín ahonda en Freud (Más allá del principio del placer) para diferenciar la experiencia y el acontecimiento, de la vivencia y la toma de conciencia. De ello también podemos deducir lo equivocado de confundir, un tiempo marcado por el shock(1), por lo chocante, con la experiencia traumática.

Benjamín nos cuenta cómo los soldados que habían vivido “las experiencias más espantosas de la historia universal”, regresaban mudos del campo de batalla y una generación entera se había encontrado indefensa frente a un cambio que afectaba a todo y que dejaba a la intemperie el “mínimo destructible cuerpo humano”.
Sirviéndose de Freud, Bergson, Baudelaire, W.B. mostrará que la experiencia del hombre moderno es tal que la recepción de shocks se ha convertido en regla, y la consecuencia de ello será una toma de conciencia rápida, una defensa frente al impacto, pues hay un flujo incesante de excitaciones que ponen a prueba la tolerancia de los sujetos. Este enorme aumento de la tolerancia frente a este continuo suceder de conmociones tiene como precio esterilizar a la conciencia para la experiencia, pues lo característico del shock en cuanto a la experiencia es no dejar huellas, quedar disuelto en la conciencia en la medida en que es tolerado por ella.

Esta asepsia con respecto a la huella, a la marca, a la memoria, es una forma de defensa frente a una realidad permanentemente plagada de estímulos impactantes. Observamos descriptivamente cómo, cada vez más, soportamos imágenes que proliferan por la televisión internet, cine, etc., conmocionantes, con la consecuencia de un cierto desagrado fácilmente superable. Nos defendemos haciéndonos insensibles, pero también así perdemos nuestra capacidad de vivir una experiencia, de que el acontecimiento nos deje huellas, de que la memoria nos anude a nuestra propia narración.

El psicoanálisis es una experiencia con la palabra, con el hecho del relato, del narrar, con la puntuación, con lo poético, no ha renunciado a que la experiencia revista un carácter traumático, es decir, que sea una experiencia que deje huella, que marque.

La Primera Guerra Mundial, donde se desplegó, por vez primera, el enorme avance tecnológico tuvo como consecuencia la pobreza de la experiencia, dio lugar a sujetos a la defensiva, a individuos aislados, que cada vez se alejaban más de experiencias que pudieran transmitirse en el relato. Una contingencia, digna de interrogar es que justo en esta coyuntura, en estas condiciones surge la experiencia psicoanalítica. Freud decide dejar hablar al paciente, le pide que haga una narración de lo que le ocurre, de sus acontecimientos en el cuerpo, de sus emociones, de sus angustias, de sus síntomas, de sus experiencias sexuales traumáticas, etc. El psicoanálisis surge para rescatar al hombre de su esterilidad discursiva, para no permitirle quedar aspirado por la masa, por la “nerviosidad moderna”.

Esta gran misión no ha perdido su actualidad. Bajo una forma todavía más insidiosa, cuantitativamente más alarmante, la pobreza del relato, del decir, la mudez, la jerga contribuyen a alejar al sujeto de su propia marca, de su singular huella. Se evita, se niega esa letra que aspirará las experiencias, que las tornará significativas, imposibles de soslayar, únicas, incomparables, esa marca de un exilio que será la que encontraremos en el partenaire y sin la cual la única posibilidad es abandonarse al goce más autístico que nos constituye.

Scheerbart, citado por Benjamín, nos dirá “Estáis todos tan agotados sólo por no haber concentrado todos vuestros pensamientos en un plan totalmente grandioso”. Al cansancio le sigue el sueño, así encontramos lo que caracteriza nuestros días. Cada vez más se habla de stress y cansancio que hay que combatir con todo tipo de productos “energizantes”, también para la tristeza hay fármacos cada vez más afinados, para ese cuerpo perecedero y “mínimo” todo tipo de intervenciones quirúrgicas que lo conviertan en algo desconocido, en una permanente carrera por actualizarse, por ser nuevo, por no envejecer, por no llevar las marcas de lo vivido y del tiempo transcurrido. Hombres y mujeres que perdieron la esperanza de que el otro encuentre en ellos la marca que los hace únicos, excepcionales, insustituibles.

Me permitiré considerar a Jacques Lacan el “avisador del fuego” más certero después de que el mundo atravesó los acontecimientos únicos e incomparables de los campos de concentración. Los signos e indicaciones a lo largo de su enseñanza están entre líneas, no son máximas, ni consejos, ni advertencias, son indicadores, avisos, mensajes secretos, como nos lo ha indicado Jacques-Alain Miller en su curso “Pièces Détachées” (2004-2005), en la Agencia Lacaniana de Prensa y en “Notice de Fil en Aiguille” del Seminario Le Sinthome.

Si la Escuela de Francfort, sosteniéndose en Freud ha colaborado a la realización de diagnósticos de una época que llevaría al 1939, es Jacques Lacan quien después del 45, además, nos habla de consecuencias.

Jacques Lacan en Escritos I, Función del Psicoanálisis en criminología, dice lo siguiente:
“…en una civilización en la que el ideal individualista ha sido elevado a un grado de afirmación hasta entonces desconocido, los individuos resultan tender hacia ese estado en el que pensarán, sentirán, harán y amarán exactamente las cosas a las mismas horas en porciones del espacio estrictamente equivalentes.
Ahora bien, la noción fundamental de la agresividad correlativa a toda identificación alienante permite advertir que en los fenómenos de asimilación social debe haber, a partir de cierta escala cuantitativa, un límite en el que las tensiones agresivas uniformadas se deben precipitar en puntos donde la masa se rompe y polariza."

Desde luego nos encontramos ya en una época que ha superado la escala cuantitativa que Lacan nos señala en estos dos párrafos, es por ello que cada vez más la masa se rompe y se polariza, cada vez más los brotes de odio, violencia, muerte, terrorismo, guerra, etc., serán lo “habitual”, este despliegue de la técnica provocando permanentes shock en nuestra cotidianeidad.

II LOS EXPERTOS, LOS EVALUADORES, LOS TCC, FRENTE AL TRAUMA.

Lastimosamente, en España no podemos decir que tenemos una intelectualidad que haya hecho suya la verdad freudiana, es por ello que este retroceso que proviene del 39 con el franquismo, no ha podido ser subsanado.

Como en todo hay excepciones y cada vez son más. Pero, todavía, son muchos los escritores, comentaristas políticos, sociólogos, etc., alienados a estos ideales de objetividad, cientificismo, que son inseparables de la estadística, la evaluación, el protocolo.

Tanto los instrumentos, como los conceptos en los que se sostienen son de una puerilidad extrema y sorprende aún más que esto haga mella en distintos actores sociales que se caracterizan por una relación privilegiada con la palabra.

Ya, en el texto “Los complejos familiares en la formación del individuo” (1938), Jacques Lacan usa su referencia a la historia y la sociología para rescatarnos de un posible prejuicio o “tentación del pensamiento”, que nos llevaría a considerar que lo que determina la familia por cómo se constituye actualmente, padre, madre e hijos, sería su carácter biológico. Esta semejanza es puramente contingente y para demostrarlo acudirá a la Antigüedad donde encontrará otros tipos de agrupamientos familiares, más extensos, que no coinciden con esta unidad biológica y de esa manera la desmiente. Encontraremos en las familias primitivas “un parentesco menos conforme a los vínculos naturales de consanguinidad”.

A pesar de autores como Levi-Strauss, Durkheim, etc., en muchos casos la “tentación del pensamiento” parece más fuerte y la balanza se inclina a esta “reducción biologicista”, que quizá esté muy bien descrita por Benjamín cuando nos dice que el sueño del hombre contemporáneo sería la existencia del Ratón Mickey, donde la naturaleza y la técnica, el primitivismo y el confort van unidos y que frente al cansancio que anida en nosotros nos propone “una vida que en cada acto se basta a sí mismo”.

Esta perniciosa tendencia del pensamiento, no solamente se sostiene en las dificultades conceptuales para separar lo instintivo de lo innato por parte de los psicólogos, sino que los ideales de cientificismo que en Freud se deslizaban a lo largo de su obra también favorecían y favorecen ahora a través de su institución, la IPA, esta problemática forma de pensar.

Las características psicopatológicas de los sujetos, la orientación sexual, etc., son tema de estudios biogenéticos. Si se leen atentamente la descripción de los experimentos tan machaconamente tildados de científicos (por someterse fundamentalmente a baremos estadísticos), se comprueba la falacia y futilidad de ellos. Travestidos con los ropajes de lo objetivo, experimental, estadístico…se consideran absolutamente indiscutibles, indudables, cuestiones que no son más que “juegos de manos”, donde se engaña al ojo para conseguir la meta que sirve a intereses ideológicos y de mercado.

Es sorprendente a estas alturas, leer un artículo en la sección de Salud del periódico El País, donde un catedrático de Psicobiología del Instituto de Neurociencia de la Universidad Autónoma de Barcelona, Ignacio Morgado Bernal, después de marearnos por el laberinto de los grandes descubrimientos que demostrarían que la homosexualidad se puede explicar genéticamente, termina con afirmaciones de esta “guisa”: “La realidad derivada de las investigaciones científicas viene a confirmar que el componente genético no cubre todo el espectro explicativo de la orientación sexual de las personas, lo cual nos lleva a admitir un margen para los factores no genéticos, es decir, los ambientales y educativos, por otro lado críticos respecto a los modos en que se practica la conducta sexual de cualquier orientación.

Pero esa misma realidad y lo que sabemos sobre la evolución y el carácter adaptativo del comportamiento nos aleja de la creencia de que la orientación sexual es una opción absolutamente libre del individuo, una opción que, por otro lado, dejaría expedito el terreno para quienes creen en la posibilidad de modificar ese tipo de conducta para adaptarla a patrones de naturaleza más social que biológica. Queda todavía mucho por conocer sobre las causas de la orientación sexual, pero, en cualquier caso, a la luz de los datos objetivos que tenemos, no sería sensato obviar su importante componente congénito”.

Aquí apreciamos la lucha ideológica en la que se enmarañan los propios investigadores científicos. Este psicobiólogo, dedicado a las neurociencias, primero parece ir en contra de un criterio sociológico adaptativo, que implique un modelo de normalidad (ideológicamente impresentable, un psiquiatra de la Universidad Católica CEU, declaró que la homosexualidad era una enfermedad que podía ser curada en tres meses), y si acepta la vertiente educativa y sociológica es la que tienen los “cognitivos-conductuales”, que como bien nos hace saber excluiría toda posible decisión del sujeto. Pero desconoce en el enredo que se encuentra cuando pretende para desresponsabilizar al sujeto de su orientación sexual ubicar la causa en la genética.

Desde luego la “forclusión” que estos planteamientos hacen del legado freudiano, y ahora del psicoanálisis lacaniano es sospechosa. Ni el psicoanálisis tiene como ideal la adaptación, ni puede concebir un sujeto al que se le quiera permanentemente descargar de las consecuencias de sus actos, de sus elecciones, hasta de sus sueños como nos recuerda Freud.

Es sorprendente la “proliferación delirante” de explicaciones orgánicas, neuro-cerebrales para cuestiones del lazo social, como por ejemplo el descubrimiento del gen del divorcio. Estos descubrimientos que resultan irrisorios, lo que muestran claramente es como la ciencia forcluye al sujeto del que se ocupa el psicoanálisis, y reduce al hombre a un organismo vivo, despojado de su relación con la palabra, con la letra, con la memoria, con la historia, con el enigma, con “lalangue” ¿No parece este un proyecto demasiado aniquilador?

Es evidente que la advertencia de Jacques Lacan en 1938, es de una validez inquietante.

Es sorprendente que Lacan señale esta dificultad para aceptar que el significante introduce una distancia entre el goce y el cuerpo, que el goce es exactamente correlativo a la forma primera en que entra en juego la marca, el rasgo unario(2) justamente en la época donde el estructuralismo se desplegaba en toda su potencia. Esa experiencia traumática, primera, que anuda “lalengua”, el sexo y la muerte, es lo que los científicos, educadores, psicólogos, algunos pensadores, algunos psicoanalistas, pretenden forcluir. Recomiendo leer algunas páginas de Adorno críticas sobre el psicoanálisis en su texto Minima Moralia, que caracterizan bien el estilo de institución que no pudo soportar la enseñanza de Jacques Lacan y que optó por el poder institucional antes que por la verdad freudiana.

III. LA ESFERA-EL TODO, EL CIRCULO-EL VACÍO. 

Adorno decía sobre Benjamín, que sus citas, sus referencias, eran como bandidos que asaltaban en el camino, al leer esta frase en el texto de Derrida, Acabados, encontré en esta expresión la mejor forma de decir lo que me ocurre, a veces, cuando realizó algún texto, trabajo, conferencia.

De repente aparecen párrafos, autores, temas, sin “orden ni concierto”, que me impulsan a seguir un determinado recorrido, como persiguiendo algo desconocido.

En esta ocasión la cuestión partió de la referencia al círculo de Popilius en Le Sinthome, comentada por Jacques-Alain Miller. Cada vez que pensaba en redactar estas líneas aparecía la convicción, que me llegaba a parecer insensata, de que esta referencia me sería útil para este trabajo.

En el rastreo por los Seminarios de Jacques Lacan, y sobre todo teniendo como base el XXIII, encontré un punto en común “el dar vueltas en círculo” que es señalado por Jacques-Alain Miller en su comentario: “Es así que la trivialidad del círculo popiliano, se encuentra en los círculos separados, que dan lugar cada uno a “dar vueltas en círculo”, a un encerramiento particular, desaparece cuando se establece entre ellos, por le sinthome, la nodalidad borromea a cuatro, y más todavía, la nodalidad falsa (la del último capítulo)”.

En la Carta Robada, es la policía la que se mueve en círculo, es decir en una geometría euclidiana que no le permite descubrir nada; en los Cuatro Conceptos, el impacto interpretativo se da en el momento de cierre del inconsciente, pues exige que tratemos este cierre como lo que es, un nudo; en el Reverso del Psicoanálisis se nos muestra que si algo funciona gira y ello no es por progresismo, es porque no puede dejar de girar, si no funciona chirría, en el nivel de asentamiento del objeto a. En esos tres momentos Lacan va mostrando ese dar vueltas en redondo que caracteriza nuestro pensamiento, filosofía, etc., y leyendo desde Le Sinthome vemos el trabajo y esfuerzo que Jacques Lacan se tomó para salir de ello. “La salida de la noria” comenzó claramente en el Seminario Aún, un seminario sobre el goce.

En Le Sinthome, Lacan muestra la confusión en la que caemos al otorgarle al círculo el atributo de totalidad que le corresponde a la esfera, equivocación que se explica por la representación de la esfera, en el plano, como un círculo. Sin embargo, el círculo no es la esfera, pues el círculo, el cordel, contornea un vacío, en el caso de la esfera no. Ya en el Seminario de la Transferencia (1960/61), encontrábamos el capítulo titulado la Irrisión de la Esfera, que nos puede facilitar entender esta diferencia.

Esta diferencia entre la esfera y el círculo, en apariencia simple, implica un cambio fundamental, y aquí se puede entrever el valor de la iniciativa de Popilius.

¿Por qué el rey Antiochus, rodeado de sus senadores y soldados, siente quebrantado su coraje, por el círculo que dibuja Popilius en la arena con el bastón signo de su vejez, de su castración? ¿qué le impedía a este rey, imbuido con toda su ferocidad y poder, negarse a quedar encerrado en el círculo? ¿Por qué la avidez de Popilius es tan certera?

Jacques Lacan nos muestra que para decirle a alguien “yo he hecho un círculo alrededor tuyo, y no saldrás de aquí antes de haberme prometido tal cosa”, ello solo es posible en la medida en que los seres son inertes, es decir soportados por un cuerpo, y acto seguido nos dice que encontramos aquí, que las mujeres no constituyen conjunto por ser no-todas. (Nota *)

El cuerpo, que soporta el ser, pero no lo es; el no-toda de la mujer, que no permite hacer un conjunto con ellas; hace posible que alguien acepte la iniciativa de Popilius.

El rey, comparable al Ministro de la Carta Robada, como un solo elemento de un conjunto creado por el círculo en la arena se feminiza y necesita, sin saberlo, salir rápidamente del círculo, dando la respuesta que Popilius espera. (Es una primera lectura que surge con el entusiasmo del trabajo, y por ello puede ser equivocada).

Una geometría euclidiana que construye el espacio donde “la policía” da vueltas en redondo; un predominio de la esfera, que sostiene una concepción del amor como complementariedad, como suma; una representación de la esfera en el plano que anula el vacío del círculo; un funcionamiento que implica un eterno girar en redondo; ¿no abre nuevas perspectivas para entender nuestros tiempos?

De la trivialidad y futilidad del círculo aislado que nos encierra, solo podremos salir por la nodalidad de a cuatro con le sinthome.

Pretender eliminar lo traumático, que en la última época de la enseñanza de Lacan lo podemos declinar como lo imposible de la relación sexual y un poco más allá como el sinthome, es seguir dando vueltas en redondo, es optar por la futilidad, por esta pobreza de la experiencia que cada vez más nos atenaza, por este intento incluso orquestado por las instituciones estatales de regulaciones que van en contra de la escritura, de las letras, de la filosofía, de la historia.

Quizás por ello, aunque sea fácil fracasar con el nudo, optar por la topología borromea, por el sínthome, será la única forma de no girar en redondo, de que haya a la vez relación sexual y no la haya.

Solamente aceptando la no existencia de la relación sexual, su imposibilidad, y la no equivalencia entre los sexos, podemos apostar por la posible relación. Donde hay relación es en la medida donde hay sínthome, es decir donde el otro sexo es soporte del sinthome, una mujer es un sinthome para todo hombre, un hombre es una aflicción para una mujer, algo peor que un sinthome, incluso un estrago, un rapto.

¿Qué lazos proponen los que se mantienen en una idea totalitaria de la existencia?: el lazo al objeto de consumo, al goce más autístico, a la apatía mas letal, al sueño narcotizante, etc. Es por ello que la apuesta por el sithome no solamente supone apostar por el psicoanálisis, sino por seguir siendo seres hablantes, sexuados y mortales.

Mercedes de Francisco

Publicado en VV.AA. "La urgencia generalizada 2: ciencia, política y clínica del trauma" Grama Editorial, 2005.


* Expresión usada por Reyes Mate, en su conferencia “El pensamiento después del Holocausto” realizada en la Sede de la ELP de Madrid en el espacio Psicoanálisis en la Ciudad. No sé claramente si es una expresión acuñada por él o extraída de algún otro autor.

(1) Ignacio Echeverría, El shock y la experiencia de la modernidad, Revista Estudios Pscioanalíticos nº 4 Trauma y discurso, Edit. Eolia/Miguel Gómez Ediciones, Madrid.
(2) Jacques Lacan, El Reverso del Psicoanálisis, 1969/70. Pág. 191. Editorial Paidós. 1992

(Nota *) Quizás en la iniciativa de Popilius, referida por Jacques Lacan se pueden encontrar una cierta interlocución, incluso respuesta, al capítulo II del Ser y la Nada de Jean Paul Sartre sobre la mala fe. Es un tema a indagar.

BIBLIOGRAFÍA.
Theodor W. Adorno, Minima Moralia, Ediciones Santillana 1998.
Walter Benjamín, Para una Crítica de la Violencia, Edit. La nave de los locos. Mexico 1977.
Jacques Derrida, Acabados, Editorial, Minima Trotta 2004.
Jacques Lacan,
*Les complexes Familiaux dans la formation de l’individu, 1938. Éditions du Seuil. Abril 2001.
*Seminario sobre la Carta Robada, 1966. Editorial Siglo XXI. 1971.
*Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis, 1964. Editorial Paidós.
*El Reverso del Psicoanálisis, 1969/70. Editorial Paidós. 1992.
*Aún, 1972/73. Edit. Paidós.
*Le Sinthome,1975/76. Éditions du Seuil, marzo 2005.
Jacques-Alain Miller,
*Curso Pièces Détachées, 2004/2005.
*Le Sinthome, 1975/76. Notice de Fil en Aiguille. Éditions du Seuil, marzo 2005.
* El aparato de psicoanalizar. Revista Estudios Pscioanalíticos nº 4 Trauma y discurso,
Edit. Eolia/Miguel Gómez. Ediciones Madrid.
Élisabeth Roudinesco, el paciente, el terapeuta y el Estado. Edit. Siglo XXI 2005.