El Psicoanálisis y la Política


Por una parte, tendríamos esta pretendida concordancia del capitalismo y el funcionamiento de lo humano y, por otra, una versión del sujeto que borra la especificidad del ser hablante como ese ser resultado del anudamiento de lo simbólico, lo real y lo imaginario. ¿Cómo se realiza esta operación? Sosteniéndose en una psicología del hombre equivalente a la psicología animal, extrapolando los hallazgos de la psicología animal a lo humano. Tanto el cognitivismo como el conductismo se sostienen en esta base.

En realidad, el capitalismo, pese a sostener que es un sistema que permite al sujeto desarrollar su deseo, sostenerse en él, lo que hace es borrar esta relación con lo real, simbólico, imaginario, y la relación con el significante, para justificarse genéticamente. La justificación genética sostiene la sinonimia entre capitalismo y naturaleza humana. No digo que se haga explícitamente, pero se transmite entre líneas. No sólo es objetivo, no sólo funciona, sino que, además, es lo que le conviene a la naturaleza humana, reducida ella misma, a una versión animalizada. No es casual que uno de los últimos libros de un filósofo alemán se dedique a revisar toda esta psicología para hablar del amor, y tratar de mostrar el delirio que sostiene a estas investigaciones supuestamente científicas.

Por tanto, es una ideología y una retórica que se va introduciendo por los intersticios de lo humano. Por ejemplo, no nos sorprende encontrarnos con fervientes críticos del capitalismo que, a la vez, defienden esta concepción psicológica de lo humano.

¿Qué efecto tiene esto en los diferentes partidos políticos? Lo que empieza a parecer es que la diferencia entre los partidos políticos –que aunque parezcan mínimas, las hay— quedan subsumidas. Ellos tienen la función de sostener el sistema. Cada vez más, los políticos no tienen la función de plantear una alternativa sino, exclusivamente de sostener este sistema. Es decir, las radicales diferencias partidarias se han borrado.

En un comentario sobre la elección de Obama se hacía hincapié en el carácter de acontecimiento, en el sentido kantiano, que había tenido esa elección, el entusiasmo que había provocado el hecho de que un hombre de raza negra ocupase la presidencia de la Casa Blanca. Pero, en este análisis, y en este entusiasmo, se dejaba de lado que todo lo que prometió hacer, diferenciándose de su oponente republicano, no lo ha hecho. En su praxis, más allá de la importancia de ese acontecimiento, no ha habido una acción diferente. Lo único permitido son alternativas socioculturales para maquillar esta cuestión.

Otro ejemplo, la mayoría absoluta que en este país tuvo el PP en las últimas elecciones, conseguida con un discurso clarísimamente mentiroso para unos, para otros no, pues creyeron que eran el cambio, se debió, entre otras cosas, a que el PSOE llevó las primeras medidas, supuestamente contrarias a sus programas y posiciones ideológicas.

Como bien nos dice Adorno en su ensayo sobre la propaganda fascista, se trata de convertir el medio en el fin mismo. El poder adjudicado democráticamente sería un medio para llevar a cabo los programas de cada partido, pero sabemos que se ha convertido en el fin en sí mismo. Mantenerse en él, sea como sea y servir al movimiento circular del capitalismo. ¿La corrupción no responde de alguna manera a esto?

No solamente la política se ha degradado por alejarse enormemente de un discurso verdadero, sino que ha quedado reducida a la propaganda y los votantes serían los que darían el nivel de audiencia. El primer capítulo de la serie Black Mirror muestra de manera descarnada esta cuestión.

De todos es sabido, todo el mundo está de acuerdo, porque lo comprobamos todos los días, que las medidas económicas que se toman, los recortes, no sirven para lo que se pretende. Pero la cosa sigue. Y comprobamos la manera artera que tienen de conducir esta cuestión. En realidad, son recortes que va a aumentar la recesión económica y van a eliminar, entre otros, los derechos de sanidad y educación. Todos los derechos que se habían conseguido después de la Segunda Guerra Mundial y la Shoah –el intento de organización y regulación para evitar el horror— están dejándose a un lado y se está acrecentando cada vez más la distancia entre ricos y pobres, entre incluidos y excluidos. Por ejemplo, en Brasil ya llega al extremo de que los ricos tienen lugares para ir a comer y a cenar reservados pero, además, no van nunca en coche sino en helicópteros, tienen helipuertos para viajar por la ciudad y no tener que encontrarse con el conjunto de los excluidos.

Los discursos de los políticos se caracterizan por estar plagados de eslóganes repetitivos, presentándose de manera campechana y como uno más, lleno de frases alusivas, construyendo figuras imaginarias a las que se atacan, promoviendo elementos identitarios que construyan un grupo frente a otro. Como se han llevado a cabo los recortes son un magnífico ejemplo han tratado de promover el enfrentamiento de unos contra otros…, los funcionarios, los parados, etc. al parecer la respuesta masiva en la calle, mostró cierto despertar frente a esta manipulación. Incluso el impacto psicológico que supone en vez de bajar el sueldo, quitar la paga extra de Navidad. Promover el miedo y proponerse como la única alternativa frente al desastre. Dejar a los sujetos inermes bajo el shock de la crisis… para manejarlos y llevarlos a aceptar este estado de cosas.

El empuje destructivo y la promoción del odio es lo que enmascara el capitalismo y la retórica fascista es la que mejor le sirve. Entonces no es de extrañar el aumento de los partidos de extrema derecha en Europa, que capturan los votos de los más depauperados.

Cuando hablamos de excluido e incluido en el horizonte está la destrucción del excluido, pues se trata del intento totalitario y homogeneizante.

Lacan nos muestra cómo el discurso capitalista promueve un movimiento circular que repudia lo imposible. Experimentar lo imposible implica la existencia en el mundo de maneras de gozar cuya relación no se puede escribir. El goce femenino como suplementario y que no puede caer todo él bajo la significación fálica, introduce en el mundo una diferencia radical. Nos atreveríamos a decir que en el germen de cualquier racismo, exclusión del otro y su destrucción, anida el intento de borrar del mundo esta diferencia.

Uno de los nombres de lo real es este imposible que no puede decirse ni escribirse, es un real sin ley.

Lacan en momentos de su enseñanza habló del impropio nombre de lo real que Jacques-Alain Miller ha elucidado a lo largo de sus seminarios de orientación lacaniana. Cada vez que intentamos nombrarlo justamente lo ficcionamos, lo perdemos, pues es incompatible con el decir.

El problema sería, entonces, que la única manera de hacer con este real que no se puede decir, es ficcionarlo. De alguna manera, cuando intentamos traerlo, lo ficcionamos y, por tanto, en un sentido radical del término, lo perdemos, porque es incompatible con el decir.

De esta concepción de lo real podemos hacernos las siguientes preguntas: ¿las ficciones son equivalentes?, ¿un discurso equivale a otro discurso?, ¿una política sería igual a otra? Frente a este tratamiento de lo real del discurso capitalista, el discurso analítico, sin embargo, bordea ese silencio, lo preserva, y hace presente ese imposible en el decir. Porque nuestros pensamientos y nuestros dichos, como plantea Lacan en L´etorudit, son el resultado del olvido de este decir imposible. Por un lado, ese decir imposible es lo que causa que hablemos pero, por otro lado, hablando, en nuestros dichos olvidamos eso que lo causa, ese decir imposible. El discurso analítico, a través del corte, de la interpretación, señala este olvido, lo hace evidente.

Y lo que quiero remarcar del discurso capitalista, para hacer una distinción con otros discursos, es que allí no se trata del olvido que lleva implícito todo dicho, sino del repudio de ese imposible. No se trata de un olvido, sino de un repudio, de una forclusión. Pero, ese discurso capitalista, al proponernos que todo es posible, al hacernos creer que somos dioses que ordenan ese real sin ley, nos conduce por el camino de la destrucción.

Hay una película, Margin call, sobre el crack del 2008. En la última escena, Jeremy Irons, sentado en el restaurante situado a gran altura en Manhattan, le enfrenta a Harvey Keitel a decidir de qué lado quiere estar. Le sitúa ante un problema ético. Debe elegir entre estar con los ganadores o los perdedores. Y Harvey Keitel deja de lado sus escrúpulos y termina optado por el lado de los ganadores, a pesar de la destrucción que esto supondrá para un número enorme de familias.

Como ha recordado Jacques-Alain Miller, el psicoanálisis no propone una revolución que implica una vuelta a lo mismo, sino una subversión, que oponga resistencia a la tendencia del pensamiento a biologizar el  lazo para forcluir lo real. Como decía Tolstoi “El hombre pasa por terremotos, epidemias, el horror de la enfermedad y toda clase de tormentos espirituales, pero la tragedia más angustiosa que padece ha sido siempre y siempre será la de la alcoba”.

Mercedes de Francisco

Publicado en Intervención en "El Seminario de la Escuela" organizado por la sede de la ELP en Madrid.

Coloquio posterior a la ponencia de Mercedes de Francisco

Gustavo Dessal: Mercedes ha mostrado una cuestión esencial, la distinción clásica, entre nosotros, de palabra plena y palabra vacía, y cómo la palabra vacía puesta en juego por el discurso político, ha vaciado toda relación con la verdad, pero, sin embargo, no es inocua. Porque ese vacío, al mismo tiempo, produce una alienación del sujeto a la voz del superyó.

Andrés Borderías: Entiendo que el planteamiento es pensar una política del psicoanálisis en este momento y en esta época. Cuando Lacan plantea la cuestión De un discurso que no fuera del semblante, entendemos que apunta a una razón de estructura, donde hay un discurso que construye una nueva manera de apuntar a lo real, un saber en lo real. Es Lacan quien nos ha mostrado de qué manera, esa operación, ha producido una fractura en el campo de los discursos políticos que ha devenido en esta progresiva banalización de la política en su relación con lo real y su alianza con la ciencia. Esta retórica no me parece que sea extensible a todos los discursos políticos, pero toma, a veces, un protagonismo fundamental. Lo que me preocupa es que el discurso psicoanalítico pueda diferenciarse del discurso político. Es decir, que no devenga también un discurso retórico, incluso un discurso retórico sobre el discurso político.

Por su parte, Jacques-Alain Miller muestra en qué medida el discurso analítico podría salvarse de lo que ha producido el discurso de la ciencia sobre el político. Es decir, ¿qué nos garantiza que cuando nosotros analizamos el discurso político, o lo denunciamos, o mostramos sus impasses o sus dificultades en su relación con la verdad y con lo real, encontremos una manera de ubicar una relación con lo real que sea distinta?

Esta me parece la cuestión crucial para nosotros. Porque depende de la constitución de la Escuela y de lo que la Escuela pueda pensar como política con respecto a estos discursos. Esto es lo que nos tiene que orientar. De qué manera podemos mostrar que hay una forma de tocar lo real que no sea retórica, también en el discurso analítico.

Luis Seg: Una pequeña acotación en relación al tema del lenguaje. Hay referencias muy antiguas que revelan la preocupación de los diversos pensadores, en distintas disciplinas, por pensar la relación que une el lenguaje con la cuestión del poder. El famoso y muy citado diálogo de Humpty Dumpty en Alicia a través del espejo, cuando plantea que las palabras dicen lo que el poderoso quiere que digan, lo cual ilustra muy bien acerca de la importancia que tiene el lenguaje para el lazo social y para la dominación política. También hay un libro de Victor Klemperer sobre el lenguaje y la manipulación del mismo en el Tercer Reich. Y, finalmente, quiero recordar una cita muy ilustrativa de Octavio Paz:

Cuando un sistema se corrompe lo primero que se gangrena son las palabras”.

Araceli Fuentes: Me parece que la convocatoria de hoy, que es de una Escuela de Psicoanálisis, tiene interés y sentido si hablamos de la política del psicoanálisis. Creo que para hablar de la política en general hay muchos lugares. Todos nosotros escuchamos radio, leemos periódicos, y aprendemos economía desde ahí.

¿Cuál es nuestra especificidad? ¿Cuál es la política del psicoanálisis? ¿Qué puede decir el psicoanálisis respecto a la política en general? Este me parece el asunto que nos concierne.

Hay una cuestión que Mercedes ha mencionado, el tema de lo real. Y habló de ficcionar lo real. Ficcionar lo real es lo que hace el fantasma. Es una pantalla sobre lo real, es una ficción sobre lo real. Pero lo real no se puede ficcionar en su totalidad, ni mucho menos, por suerte. Porque si no, estaríamos siempre en el orden de los semblantes.

Sin embargo, la política del psicoanálisis, según la definió Lacan, es una política, no del fantasma, sino del síntoma. Porque en el síntoma está lo real. No tenemos que inventar ficciones sobre lo real, porque lo real anida en el síntoma. En todo caso, lo que tendremos que hacer es cuidar el síntoma para que no desaparezca, porque, como dice Lacan, si el psicoanálisis en algún momento de la historia lograra que desapareciera el síntoma, con él desaparecería el psicoanálisis. Entonces, yo creo que la política del psicoanálisis es una política del síntoma, porque es ahí donde está lo real para nosotros. Ese es el real que tratamos en los análisis.

Por otra parte, llevando los análisis lo suficientemente lejos como para hacer surgir lo real, es como se puede hacer algún tipo de resistencia al discurso capitalista, en la medida en que sabemos que lo real puede con lo simbólico. Solamente, habiendo llegado al real propio de cada sujeto, ese sujeto estará en condiciones de resistir a la alienación que promueve el mercado, y a la alienación en general. Es decir, el psicoanálisis, en tanto lleva a término lo más real de uno mismo y lleva a localizar las identificaciones que nos alienan, pero sobre todo, llevándonos a saber de qué goza cada uno, eso que más horror nos produce, puede producir sujetos que tengan mejores recursos, precisamente por haber acotado su real, y contrarrestar o resistirse al discurso capitalista.

Sagrario Sánchez de Castro: Cuando a Christine Lagarde se le escapó el dicho de que la gente vivía mucho, quiero decir que, a nivel económico, matemático, lo que se enseña en la universidad, es que el neoliberalismo contempla las muertes de personas, de población. Cuando dicen que a largo plazo el sistema se recupera, lo hace a partir de que un número de personas han muerto, porque se han quedado en el paro, porque no tiene asistencia sanitaria, etc. Está contemplado en el modelo.

En otro aspecto, me parece que el lenguaje que utilizan los políticos está bien pensado. Y hay una especificidad en España, donde la Iglesia ha hecho alianza con la dictadura. Por ejemplo, nos hablan de una culpa. Rajoy repite continuamente lo malos que hemos sido, porque hemos gastado mucho, y ahora tenemos una deuda –que entra en la subjetividad de cada uno de determinada manera— y tenemos que hacer sacrificios.

Y por último, hay otra cuestión, y es que, hábilmente, desvían el objeto de odio, en cada zona de forma distinta. En Cataluña, pionera de los recortes, el objeto de odio es España; en China, donde la población trabajadora se encuentra muchas veces en régimen de esclavitud, el objeto de odio son los japoneses; en Grecia los emigrantes, y así sucesivamente.

Pilar: Pienso que la ficción del capitalismo es presentarse como lo que puede suturar la falta respondiendo a la demanda de la sociedad y de cada individuo. Y, justamente, la crisis ha destapado esta gran mentira, y la mentira de los políticos cuando se presentan como esos que pueden hacer felices a los ciudadanos suturando su falta, respondiendo a sus demandas.

¿Qué puede aportar el psicoanálisis a la política?

El saber del psicoanálisis apunta a un goce, es decir, a un saber sobre un goce. Obviamente, ese saber se construye como una historia, y toda historia es una ficción. Pero el punto interesante es cuando ese saber sobre el modo de gozar llega a su tope. Y el desarrollo que permite afrontar el tope de lo real, es lo que permite transformar lo que era pulsión de muerte en satisfacción.

Por lo tanto, hay una forma interesante para que el psicoanálisis enfrente la política. No desde esa ficción, desde esa mentira que plantea el capitalismo, sino llegando a ese punto, a ese tope real, ese punto de alivio del goce y de la pulsión de muerte. Podemos algo con eso. Pienso que es una de las cosas que el psicoanálisis puede aportar.

Oscar Ventura: Particularmente, tengo una dificultad para pensar el psicoanálisis y la política. No es tan sencillo extrapolar la cuestión de una manera directa entre el acto político y el acto analítico y los efectos que sostiene. No se pueden extrapolar los efectos del acto analítico en la cura propiamente dicha, a los efectos del acto político pensado desde el psicoanálisis en lo social. Me parece una dificultad para poder entender.

De lo que se trata es de la calidad del acto, es decir, de aquello que puede rectificar algo en la cura de la subjetividad. Ese es el acto propiamente dicho. Y en lo político también. Pero es muy difícil pensar la categoría del acto en lo político, análogo a lo político en la cura. Hay una dificultad para pensar la dimensión del acto, y del acto de una escuela de psicoanálisis. Porque, efectivamente, hay una cuestión fundamental para pensar, en relación a la política de una escuela, pero también, diferenciarse en el acto implica medir los efectos de esos actos sobre el conjunto. Y esto es difícil de medir, y es difícil pensar cuáles son nuestros actos en lo real de la política que realmente tienen un efecto de rectificación sobre las cosas. Una dimensión para pensar las cosas a partir del acto, es necesaria, sin hacer una extrapolación directa de una cosa a la otra.

Hablamos de las crisis y de Christine Lagarde. ¿Qué está diciendo? Efectivamente, habla bajo un modo que Lacan supo aislar de la verdad. Habla sobre lo que es la verdad formalizada que Lacan aísla en el Seminario XVII. Está ahí la verdad formalizada de la ciencia como tal, que cuenta muertos, y la verdad del sujeto, que es el sujeto de la verdad del sufrimiento como tal. Es la otra parte de la verdad.

Pero hay algo más en la cuestión de Lagarde. ¿Cómo se resolvieron las verdaderas crisis en el siglo XX? ¿Cuáles fueron los modos de resolución que la humanidad encontró para salir de los impasses brutales de la crisis? Fue diezmando la población europea en ambas guerras. Nosotros, en este momento, si matamos al cincuenta por ciento de la población europea, no tenemos más problemas de paro. Volvemos a reconstruir una lógica. Esto es lo que históricamente ha ocurrido en lo que se refiere a la resolución de la crisis como tal. En este sentido, hay un aporte simbólico de la Sra. Lagarde. Está hablando de la tendencia que están pensando. Reducir algo que se creía un logro como tal, la continuidad de la vida. Reducirla bajo una forma menos sádica y violenta de la que ha sido.

Pero es difícil pensar, porque tenemos otro problema. Es el problema político de que en este momento hay algo inédito en el campo de la historia. En otros momentos de resolución de crisis podríamos, las ideologías que todavía funcionaban, permitían a las masas ciertos movimientos de localizaciones e identificaciones que permitían la visualización de un proyecto. Ahora tenemos una dificultad para operar dentro mismo del sistema, y es que hay algo innominado en cuanto a lo que es la salida al capitalismo. No hay algo que podamos pensar como tal en este momento. Decimos que debemos inventarlo, que debemos producir, que emerger, pero no sabemos. Y tenemos también la debilidad con que los movimientos alternativos, por decir así, y lo efímero de sus posiciones dentro del ámbito político general.

Entonces, esto también es un tema delicado, porque no se trata de la revolución, se trata de cómo instrumentar nuestro acto, qué tipo de acto realmente es el de una escuela que pueda rectificar sin tener delirios megalómanos – más bien había que ser discretos— y tenemos que pensar estas dificultades y sobre ellas producir el cálculo del acto.

Intervención: (Sobre el gasto farmacéutico. No se oye bien) Habla de que hay un control sobre el gasto farmacéutico por parte del estado, una evaluación económica y no profesional.

Gabriela Medín: Una nota de Pascal Quignard en Babelia, cuyo título es Destruir el secreto individual es un objetivo político. La nota entera ilustra cómo desde el psicoanálisis se pueden hacer aportaciones al discurso político. Es muy difícil pensar el acto analítico y el político, son dos escenarios diferentes. Pero los psicoanalistas y el psicoanálisis, orientados por la cuestión de lo real y de la potencia de ese real, sí podemos intervenir en las instituciones, en la sociedad y en los lugares donde desarrollamos el lazo, tratando de rescatar al sujeto, la cuestión subjetiva, el síntoma y lo real.

Mercedes de Francisco: Evidentemente, el síntoma es esa manera de tratar lo real, donde se combina algo de la ficción fantasmática y del acontecimiento del cuerpo. De todas maneras, lo que se ha dicho de lo real como tope, como límite, me parece importante. Recomiendo para abordar este punto la intervención de Jacques-Alain Miller en el cierre del último Congreso de la AMP en Buenos Aires. Como siempre, plantea cosas muy claras pero las problematiza, y es interesante pensarlo. Habla, de cómo en una época, lo real y la naturaleza se habían hecho equivalentes, y esto daba a lo real un orden. Nos muestra cómo en la última enseñanza de Lacan, se trata de un real sin ley, del silencio de lo real. Entonces, si tomamos esto de forma radical, es un problema qué hacer con este punto. Está bien lo que decimos del límite. Pero como es algo que calla, y la manera que tiene de hablar es como acontecimiento del cuerpo, y lo que mínimamente el sujeto pueda decir y ubicar en este punto, me parece que no es un problema tampoco banal para nosotros, y supongo que todas las personas que están haciendo el trabajo de A.E y del Pase encontrarán ese problema una y otra vez, cómo calla ese real, cómo mostrar que es un silencio cada vez que ellos trabajan con la palabra. Porque, inevitablemente, nosotros hablamos.

Por eso, cuando se habla de orientación hacia lo real, sostener esto y ponerlo en juego, no es nada fácil para cada uno.