Joyce Carol Oates: Mujeres en singular


Mi interés definitivo por esta autora se generó entre la lectura interrumpida de Hermana mía mi amor y la de Blonde. Pero el momento en que me decido a escribir sobre ella es con la lectura de Memorias de una viuda, relato en primera persona y magnífico testimonio de la elaboración de su duelo, pero también la historia de un matrimonio “único”.

La obra de Joyce Carol es extensa y prolífica, tanto por el número de publicaciones como por los distintos géneros que transita, novela, ensayo, poesía y esto le ha agenciado detractores que han pasado por alto cualquier límite, y dejan ver una mezcla de misoginia patológica, envidia malsana y “antisemitismo”(1).

Pero no toda la crítica la ha tratado de esta forma, otros dicen que es el Faulkner actual por su capacidad de mostrarnos la vida americana entrelazada a la vida de sus personajes. Una vida americana que dista mucho de la que la publicidad y el poder nos quieren vender todos los días.

Una y otra vez propuesta para el Nobel, que sinceramente no creo que se le otorgue, no porque su literatura no lo merezca, sino porque su mirada crítica y sutil, a la vez que descarnada, no es afín a los entornos del poder.

Su escritura cruda y certera, de fácil lectura deja sus huellas. No parece muy fácil saber de la vida de Joyce Carol –conocemos algunos datos vertidos en entrevistas, y los propios testimonios de sus libros(2), - pero tampoco es necesario. Mi interés es adentrarme en algunas de sus protagonistas mujeres que tienen un papel principal en su obra.

Más allá de lo que se ha dicho de su escritura por unos u otros críticos me sumerjo en el mundo de Oates, sin pretensiones de exhaustividad, primero porque su capacidad de edición no permite darle alcance, segundo porque con respecto a lo extenso de su obra lo editado en castellano es poco, y tercero y, quizás lo más evidente, porque no soy crítica literaria. Por ello, como en otras ocasiones, me acerco a esta autora como lectora. Por decirlo de un modo más psicoanalítico escribo desde mi división, desde lo que me aportan las marcas de mi existencia. Es por eso que no seré “rigurosa” en un sentido académico, más bien me dejaré llevar…

Empezaré por Memorias de una Viuda, el relato que definitivamente me decidió a escribir sobre Joyce Carol, y es desde este relato que echo la vista atrás y llego al primer impacto de Hermana Mía mi amor que no he logrado terminar de leer y después el deslumbramiento que provocó en mí Blonde, la biografía ficcionada sobre Marilyn Monroe y sobre Norma Jean. Además de obras como la Hija del Sepulturero, Mamá, Carthage, Mujer de Barro, Niágara etc., que he ido leyendo y que me llevan a otras todavía pendientes. Mi pasión por su literatura no ha mermado un ápice. Últimamente me intriga lo que puede contar en el ensayo que ha realizado sobre el boxeo.

En Memorias de una Viuda encontramos algunas claves sobre la Hija del Sepulturero y sobre Blonde. La hija del sepulturero está inspirada en la vida de su abuela, una mujer que tiene que crearse una nueva identidad para poder salvar a su hijo y a ella misma de una muerte segura por parte de su primer marido. Esta cuestión de la identidad o más bien de la no posibilidad de identidad acabada para una mujer la encontramos también en Blonde, entre la Marilyn que todos creían conocer, el semblante que Hollywood organizó, y Norma Jean que desde niña padeció una vida dura y no encontró la salida para no acabar despedazada por los directivos, maridos, que querían poseer sin éxito a la sex symbol en los que ellos mismos la habían convertido. Querían poseer en Marilyn a “La mujer” que no existe. Esto fue condensado en una frase por Marilyn: “se acuestan con Marilyn y se levantan con Norma Jean”.

Sin embargo, en la Hija del Sepulturero, esta mujer que suponemos su abuela, logró salir “bien parada” de su huida y de la creación de una nueva vida, encontrando incluso un amor con un hombre cuya virilidad no se ponía en entredicho por no denigrar a la mujer amada, no pretendiendo hacerla toda suya ni arrancarle sus secretos.

En ambas novelas encontramos el relato de un niñez marcada por la locura o melancolía de los progenitores. En la Hija del Sepulturero, se trata de un padre y una madre que deben dejar atrás su mundo para escapar de los campos de exterminio nazi y que se salda con una violencia y un repudio de su pasado por parte del padre y una melancolía sin solución por parte de la madre. El personaje femenino va reconstruyendo las claves de esta desgracia que inundó su vida familiar y este aislamiento y exclusión que padecíeron de niños ella y sus hermanos. De manera discreta Joyce Carol Oates nos presenta a través de sus personajes la importancia de la respuesta que cada uno dio a lo que le tocó en suerte.

En los personajes femeninos de sus novelas se perfila con nitidez la dificultad de afrontar el goce del propio cuerpo. Es por ello que la hija del sepulturero en el inicio de su juventud se verá atrapada en las redes de “un hombre maltratador” pero que en un primer momento y contingentemente aparece como “su salvador”. De aquí en más ella soportará cualquier cosa por este amor hasta que el maltrato hacía el hijo marca un límite para ella insoportable y emprende una “milagrosa huída”. A partir de aquí decidirá ser otra, cambiar de identidad legal y olvidar ese pasado tanto infantil como de juventud que la llevaba directa a la destrucción. Decidirá cuidar de su hijo y hacer todo lo posible porque consiguiera su aspiración, tocar el piano; y es así contingentemente como encontrará un amor “de vida”.

Las instituciones que están tan preocupadas e interesadas por el problema de la “violencia contra la mujer”, como mencionamos en el capítulo 8, tienen en esta novela un magnífico documento de cómo una mujer puede quedar enredada en un infierno por amor. Merecería la pena que fuera una novela de estudio en los institutos.

En Blonde, Norma Jean, también padece los estragos de una madre “loca” que termina internada lo que la obliga a pasar por instituciones de acogida y por distintas familias que una y otra vez la expulsan. En el último hogar que tuvo había logrado tener cierto “amor” de y hacia esta madre adoptiva que recogía niños para poder recibir subsidios. Esto quedó truncado cuando la mujer comenzó a observar que su marido tenía claros deseos por la puber-adolescente que era Norma Jean y por ello se deshizo de ella. Decisión que Joyce Carol nos muestra más del lado de los celos y la rivalidad con la joven que por intento de protección. Es esta expulsión la más dolorosa y traumática para Norma y su primer encuentro con el deseo de los hombres que conlleva consecuencias dañinas. Esto que ella una y otra vez irá a buscar hasta su destrucción. Esta contingencia hace surgir en ella la idea de ser la causante de este deseo marcado por la “degradación“ y la “violencia”, llega a creer que provoca en ellos este deseo “malsano”. Intenta contrarrestar esta “certeza” con su ideal de llegar a ser una “buena esposa y madre” y formar la familia que ella no tuvo para salir de esta posición que nunca terminará de abandonar.

Los hombres poderosos de Hollywood supieron construir el semblante de Marilyn que terminó devorando a Norma Jean. El inventor de “la Monroe” fue su primer mentor que era para ella un “sucedáneo” del padre que nunca tuvo. En su primera película en la que interpretaba un papel secundario todos preguntaban por “la rubia”, a partir de ahí todo se desencadenó…fueron llamándola para papeles que a ella no le resultaban interesantes, pero que alimentaban la idea de la rubia despampanante a la vez que un poco “tonta”, “corta”, una “muñeca de trapo”. Y aunque fuera cierto su semblante naif, era una mujer interesada en saber y en lograr ser una buena actriz de teatro, es así como llegó a conocer y a casarse con Arthur Miller.
Es quizás con A. Miller con el que más se acercó a ese anhelo de familia “normal y feliz” que al final quedó truncado por su aborto y por sus errancias sexuales frente a las cuales el “autor de teatro” no supo “qué hacer”. Al final él también estaba enamorado de “la Monroe” y no de Norma Jean y como los anteriores la quería “toda para él”.

A cada uno de los hombres a los que Norma Jean amó los llamaba daddy, de alguna manera nunca cejó en su empeño por encontrar a ese padre ausente e idealizado, lo cual la llevó a mantener unas relaciones perniciosas no solamente con sus amantes, sino también con los directivos de Hollywood que la convirtieron en “una mina de oro” a costa de su propia vida. No importaba darle una medicación que la tranquilizara y luego para que rindiera en el plató contrarrestar con otra medicación estimulante hasta llevarla a una adicción cada vez más potente. Cuando murió tenía 5000 dólares en su cuenta. Ella llevada por estas pseudo relaciones paternalistas firmaba contratos que la perjudicaban. Oates nos muestra este sesgo despiadado de los empresarios del cine tanto en un aspecto crematístico como sexual. En la novela se relata una escena que más allá de que sea resultado de la ficción nos enfrenta a la crudeza de lo que pasó con Marilyn. Extorsionada por los directivos a raíz de la aparición de unas fotos de desnudos de su juventud, Oates nos relata cómo ella, para poder continuar con su carrera y su trabajo, se reunirá con todos ellos en un despacho y les hará a cada uno una felación. La crudeza de esta escena y su impacto en el lector transmite y hace sentir la desesperación y el nivel de degradación al que estaba sometida Marilyn Monroe. Nos muestra la cara b de la meca del cine. Y en medio de todo esto la caza de brujas macartista en cuyas listas también estaba “ella”.

Este es uno de los aspectos admirables de esta autora, mostrar lo más íntimo de sus personajes y a través de ello ahondar en la sociedad y en sus mecanismos de poder. No creo que podamos considerar a Joyce Carol como una escritora del realismo social, sin embargo, nos muestra nuestra época de manera incisiva. A través de sus personajes que tienen esa profundidad existencial nos da una panorámica mucho más amplia de nuestro mundo. Oates nos sorprende en su novela Blonde pues, tomando una vida tan “aparentemente glamourosa” como es la de Monroe, nos sumerge en un momento social y político destacado en EEUU.

En otras novelas también encontramos este entramado, en Mujer de Barro a través de la protagonista que ha llegado a ocupar un alto cargo universitario hasta ese momento solamente al alcance de los hombres, asistimos a las dificultades íntimas de ser mujer y ocupar esos lugares a la vez que es un alegato a la memoria. Nos muestra cómo el intento de construir una identidad sostenida en la anulación de nuestros orígenes existenciales en algún momento será una batalla perdida. Y a través de esta mujer, irá corriendo el velo de la apariencia “límpida” de la institución universitaria. En Carthage, a través de la protagonista nos hará tropezarnos con los restos y desastres de la guerra de Irak mientras que nos relata el drama de la protagonista que envidia a su hermana hasta extremos destructivos.

Y en Memorias de una viuda, Joyce Carol será la protagonista de la historia. Este relato en primera persona comienza con una anécdota cotidiana que provoca un impacto inesperado en el lector. A partir de ahí asistiremos al testimonio del duelo por la pérdida de su marido con el que vivió cuarenta y ocho años. Podemos reconocernos en los sentimientos, pensamientos y acontecimientos en el cuerpo que la pérdida provoca. Asistiremos a la no coincidencia de la Joyce Carol Oates escritora con la esposa y “viuda”. Su dificultad para sostenerse como autora en ese momento de su vida y el gran apoyo que sus amigos suponen para ella.

Recorreremos con ella los reproches por no haber hecho otra cosa que hubiera podido salvar la vida de su marido, el no haber estado en el último momento, elementos que reconocemos en nuestras propias vidas y en las de los analizantes. La tentación y atracción de la muerte para escapar de la insoportable pérdida, a la vez que la vida asoma a través de los amigos y del trabajo con sus alumnos en la universidad. Pero según nos desvela con una gran honestidad su tristeza y el sin sentido que inunda su vida, vemos surgir el relato de un matrimonio “único” y nos encontramos con verdaderas joyas sobre la relación de una mujer y un hombre. La forma en la que ella habla de su marido y lo que hacía de él alguien irrepetible es “enternecedora”.

Se encontraron de muy jóvenes, y de sus historias familiares y secretos más indecibles hablaron en el comienzo de su vida en común y no volvieron sobre ello. En común tenían hermanas internadas en instituciones psiquiátricas, la hermana de Joyce Carol está diagnosticada de autismo. Algo que se deja entrever como una marca indeleble y a la vez como una coincidencia fundamental entre ellos. Y dos secretos que ambos se confiesan: él contará que de muy joven tuvo una “crisis nerviosa” de la que no aportará detalles y ella le confesará sus arritmias o taquicardias; dos cuestiones que podían considerar un obstáculo para su relación y que no lo fue.

Si algo nos maravilla de este matrimonio es la singularidad que deja entrever en estas líneas. Ningún tópico, ni estereotipo psicológico-publicitario de lo que es una pareja. Ella reconoce en él su paciencia y delicadeza a través de la afición de él a la jardinería que es comparable con la que tenía en su profesión como editor. Autor de una única novela que escribió de joven y que nunca se la dio a leer a Joyce Carol y que nunca fue publicada. Y este hombre que la apoyó en toda su carrera como escritora y que nunca había leído ninguna de sus novelas. Oates nos muestra el desconocimiento que se puede tener del partenaire con el que se comparte la vida. Un desconocimiento no por falta de interés o de amor, sino por la imposibilidad de la que Lacan nos habla. La aceptación de esta distancia e imposibilidad quizás sean las claves que Joyce Carol nos da, sin pretenderlo, de este matrimonio “único y singular”, de este encuentro de vida.

Si en la mayoría de sus novelas aparece Freud y el psicoanálisis, en esta de manera explícita. Nos hablará de sus sueños y de ciertas afirmaciones freudianas que la orientan en su trabajo de duelo y de reconstrucción.

Es desde luego un testimonio que a pesar de ser una “narración”, no está sometido a la vertiente del sentido. Nos va mostrando a través de la escritura el sin-sentido que inevitablemente la palabra no evita pero sí rodea.

En cada uno de sus personajes femeninos, incluso cuando se trata de ella misma, desliza de manera casi felina la presencia de acontecimientos de cuerpo en cada una de sus protagonistas mujeres, en Blonde, la Hija del Sepulturero, La mujer de barro, Carthage, estos acontecimientos están presentes entre líneas y por esta razón sus personajes nos parecen de carne y hueso. Joyce Carol Oates con sus textos nos permite y nos alienta en un camino muy necesario para ocupar este lugar indefinible que es el de psicoanalista.

Mercedes de Francisco

Publicado en el libro "En femenino singular".

Notas.
(1) 
(2) Aquí nos referimos a lo editado en castellano.