Amistad en singular



Los psicoanalistas no solemos hablar de amistad, sino del lazo social que Lacan sostuvo en sus discursos. Sin embargo, la amistad está nombrada de una u otra manera en la enseñanza de Lacan como tal, o con el nombre que en griego se le daba: philia.

Platón, en los diálogos donde aborda este tema termina deslizándose a la cuestión del Eros y quedan poco claras las diferencias de Eros y philia. En todo caso la diferencia más palpable es que en el caso del Eros a la philia se le añade el deseo sexual. Aristóteles está más empeñado en tratar la cuestión de la philia y en conseguir dar una explicación más clara que la platónica. Considera que para poder especificar mejor que es la amistad es importante regirse por lo que la causa. Por ello la amistad que surge de la utilidad o del placer tiende a ser menos duradera y elevada y, sin embargo, la que responde a la aspiración al bien a través del amigo es duradera y superior.

Para Platón en el amor hay una disimetría, y en la philia aristotélica la semejanza o la afinidad es una marca a la que una y otra vez vuelve Aristóteles.

El Seminario Aún se puede leer como una respuesta a Aristóteles y muestra, entre otras cuestiones, el interés de Lacan en diferenciar el goce fálico del goce femenino y por tanto la lógica del “para todo” de la lógica del “no-todo”. Cuando nos habla del amor en su capítulo “una carta de almor” considera que en Aristóteles se trata de una ética “fuera sexo”, que se sostiene en esa aspiración al Ser Supremo y al Bien que encarna, y que la valentía para soportar esta intolerable relación es lo que permite que los amigos se reconozcan y se elijan.

Freud vino a desbaratar este intento de separación perfecta entre el Bien y el Mal. No va de suyo nuestra aspiración al bien propio o al del semejante y la historia nos lo demuestra. Las pasiones más bajas y las tendencias que no responde al Eros, sino a Tánatos y que nombró como pulsión de muerte, conviven desde nuestros primeros pasos en el mundo. Freud nos advirtió que el hombre no quiere su propio bien y por ello puso en cuestión el mandamiento de “amarás al prójimo como a ti mismo”.

Lacan considera la lógica aristotélica como una exponente de la “lógica macho” donde la diferencia que introduce la mujer en el mundo es dejada de lado. Por tanto, lo “hetero” por excelencia se aparta para llevarnos a un lazo sostenido en lo “hommo”, lo mismo, que deja por fuera la diferencia sexuada.

Los hombres se dan la mano, formando grandes comunidades y así logran tener el coraje para enfrentarse a los “riesgos” que implica el encuentro con una mujer.

El lazo entre los amigos, la semejanza y el anhelo del bien eran para Aristóteles el pilar de una sociedad y una comunidad. Lacan con su desarrollo sobre los discursos y el lazo que sostienen, viene a tratar de mostrar una alternativa donde “lo imposible” conserve un lugar en el vínculo con el semejante. Imposible y diferencia que se puede nombrar como sintomática. ¿Cómo surgirá un lazo que no se sostenga en pasiones estériles y aunque se trate de “amistad” y no de erotismo no expulse la cuestión de la diferencia sexuada?

Los lazos amistosos de los hombres una vez que conformaron una pareja, matrimonio, etc, es muy frecuente que se disuelvan. En la mayoría de los casos la amistad se desvanece una vez cumplida la función de defensa frente al riesgo femenino.

El fantasma válido tanto para hombres como mujeres y donde la diferencia sexuada no está en primer plano, parte de una posición macho, donde ellos, y ellas -desde la histeria-, se relacionarán con lo femenino parcializándolo, mutilándolo.

La philia surge de un mundo de hombres y mi interés es indagar que supone la amistad entre mujeres, que no se reduzca al encuentro entre dos sujetos histéricos que “hagan de hombres” y, por ende, rechacen lo femenino que las embarga de forma, en ocasiones, más feroz que la de los hombres.

Y en este intento me encontré con una novela que me regaló una gran amiga que conocí en la universidad a los 18 años. Es la novela “La amiga estupenda” que da comienzo a la saga de las dos amigas de Elena Ferrante. En estas cuatro novelas que conforman la saga, Lenú irá relatando la amistad que mantuvieron Lila y ella desde los primeros años escolares hasta la vejez.

De Lila lo que sabemos son las interpretaciones y versiones que nos da Lenú y lo que supuso para ella la presencia de Lila desde sus primeros encuentros. Es una escritura sencilla y que tiene la virtud de definir los personajes de un barrio pobre de Napolés a mediados de los años 50, mostrando los problemas sociales y el propio mundo que el barrio organiza con sus jerarquías, su locura y su propia destrucción.

Desde el comienzo está en juego la diferencia sexual y los avatares que su inevitable encuentro supone para cada uno. No solamente tenemos una visión de estas dos niñas, luego dos adolescentes, más tarde dos adultas y por último dos mujeres mayores y ya abuelas; sino que también los hombres en sus distintos momentos vitales juegan la partida con ellas. Ferrante logra con gran sencillez mostrarnos los “dramas” que esos encuentros suponen.

Figuras paternas que nunca logran estar a la altura de su función. Lacan en sus últimos años de enseñanza se refiere al padre usando el juego de palabras entre padre y perversión. La versión de un padre que será una referencia para el sujeto, no nos la da su función legisladora freudiana formalizada por Lacan como Nombre del Padre, sino la versión de su goce.

Mujeres que aman a sus maridos o que los amaron y en los años sesenta soportan “estoicamente” este lazo más allá de cualquiera de sus anhelos. Marcadas y dominadas por el objeto de su fantasma que son los “hijos” y que incluye al marido como un hijo más intentando escamotear la imposibilidad de la relación sexual.

Lila vista desde Lenú y desde los demás personajes tiene un atractivo que no deja a nadie indemne, desprende un halo de singularidad y decisión que los deja rendidos a sus pies. Ellos se enamoran, a veces locamente, y ellas aspiran a ser su amiga y la pasión que padecen es la envidia. Pero Lila elige a Lenú para ser su mejor amiga y Lenú la elige a ella, el encuentro es recíproco pero no simétrico. Lila someterá a Lenú a una serie de pruebas para calibrar si es capaz de seguirla en sus certezas. Lila hace desaparecer a la muñeca querida de Lenú y más bonita que la suya y Lenú responde tirando la muñeca de Lila al pozo. Este sacrificio del objeto no me parece nada despreciable en este lazo que se inaugura, ambas pierden para unirse en esta amistad que durará toda la vida, pero que a diferencia de la philia aristotélica no está presidido por el Bien ni será fuera de sexo, aunque nunca se trate de una relación lesbiana entre ellas.

Lo más inquietante que atraviesa todos los años de relación de Lenú con ella es la pregunta histérica ¿qué es ser una mujer? Lenú quiere encontrar en Lila esa respuesta y ello la llevará por momentos a emularla, al menos a través de la “inteligencia”, escritura, etc, para lo que Lila tiene grandes dotes y también intentará separarse de ella y de su influencia sin éxito. Aunque Lenú logre hacerse escritora, casarse con un hombre al que no ama para llegar a formar parte de una clase intelectual y social que la aleje del barrio y de su amiga no logrará la respuesta buscada. La búsqueda de su identidad es el resultado de que para Lenú, Lila encarna “el secreto de lo femenino por excelencia”. Nunca sus novelas serán lo suficientemente suyas, lo suficientemente buenas, lo suficientemente impactantes como son los escritos de su amiga, aunque no se publiquen, aunque la propia Lila los desprecie.

Y es evidente que Lenú sabe de las “debilidades” de su amiga, de esos momentos en los que para Lila tanto el cuerpo de los otros como el suyo se difumina, pierde sus límites, sus contornos. Esto que Lenú ha presenciado y que Lila le ha trasmitido no afecta a este lugar de Otra que Lila ocupa para ella. Lenú no entenderá que para su amiga ella es su sostén frente a lo femenino que la “disuelve”. Lila tuvo varias oportunidades de salir del barrio y las rechazó. A pesar de ese padre que la tiró por la ventana, ese primer marido que la propinaba palizas, esos hombres enamorados para los cuales ella suponía un peligro y un reto y que en ningún caso les importaba, Lila no optó por la salida. Los límites del barrio le hacían de límite a ella misma…parecía que allí se manejaba como pez en el agua o al menos creía poder atravesar estos momentos protegida por esa frontera invisible de calles, viviendas, tiendas, etc.

Vemos a una y a otra de las amigas no encontrar una mejor salida para hacer con ese cuerpo de mujer. Los encuentros sexuales con los hombres no implican una posibilidad de reconciliación con su singular femineidad. Lenú pareciera que cuando logra encontrarse por fin con el hombre que ama, Nino, rápidamente por las características de él, le harán caer en el pozo de la histeria ayudada por Lila. Los hombres no están menos perdidos frente a lo femenino, hay una variedad interesante de personajes masculinos que muestran esta desorientación que los psicoanalistas escuchamos en nuestras consultas una y otra vez.

A raíz de esta lectura muy recomendable, me he preguntado si es posible la amistad entre mujeres diferente a lo que nos muestra Elena Ferrante. En una experiencia analítica, el mayor obstáculo a atravesar además de la pulsión de muerte, es el rechazo a lo femenino. Este rechazo no se experimenta solamente en el encuentro con los hombres. La Otra que encumbra la histérica puede ir acompañada perfectamente de una “misoginia” femenina. Cuanto más se intenta fallidamente encontrar una definición de la Mujer construyendo Otra, más fácilmente regirá las relaciones de unas mujeres con otras la envidia, la identificación imaginaria, la rivalidad, y se desterrará lo femenino de cada una de ellas. Tanto en el “nuevo amor”, como en una amistad digna entre mujeres, es fundamental que lo imposible y el reconocimiento de que no hay una respuesta universal para responder a ¿qué es una mujer? sea preservado y cuidado. Este respeto a la singularidad de la otra, este saber sobre la diferencia que la amiga hace presente en el mundo y que implica la propia diferencia, permitirá construir una amistad “inédita”, digna y poco común. Una amistad advertida de la permanente tendencia al “para todear”, al universal, a la instalación de Otra que nos arrase lo más propio, y alerta frente a esta inercia dañina.

Una amistad más “digna” para la que se necesita “coraje”, esta que encontré hasta el último minuto en mi amiga Rosa Mª Calvet i Romaní a la que dedico este texto.

Mercedes de Francisco
9 de octubre de 2019


Publicado en Letras Lacanianas nº18 noviembre 2019.
Revista de Psicoanálisis de la comunidad de Madrid-ELP


BIBLIOGRAFÍA

ARISTÓTELES. Ética Nicomáquea. Libro VIII y IX. Editorial Gredos. Madrid 2000
REVISTA COLOFÓN, Nº 17. Madrid 2000
FERRANTE, E. La amiga estupenda. Editorial Lumen. Barcelona 2012
FERRANTE, E. Un mal nombre. Editorial Lumen. Barcelona 2013
FERRANTE, E. Las deudas del cuerpo. Editorial Lumen. Barcelona 2014
FERRANTE, E. La niña perdida. Editorial Lumen. Barcelona 2015
LACAN, J. Aún. Paidós. Buenos Aires. 1981
LACAN, J. Hablo a las paredes. Buenos Aires, 2012.
PLATÓN. Diálogo Lisis. Editorial Gredos. Madrid 20000