Un nuevo amor en La Maleta de Portbou


Para Freud, amor y trabajo eran los dos temas candentes que generaban conflictos y malestar en los sujetos, y más concretamente las problemáticas sexuales. Descubrió escuchando a sus pacientes que en la sexualidad no hay nada que podamos considerar normal. Esto que se nos vende una y otra vez, geles, viagra, técnicas sexuales etc. en nombre de una sexualidad adecuada es un engaño.

Freud no solamente tuvo el atrevimiento de plantear esto, sino que también habló de la sexualidad infantil, y por supuesto de la sexualidad femenina.
Después de años escuchando los síntomas y malestares de sus pacientes, quedaba abierta la pregunta ¿qué quiere una mujer? Y planteaba dos grandes problemas a la hora de avanzar en un psicoanàlisis, las tendencias destructivas de los sujetos contra sí mismos, que nombró como pulsión de muerte, y el mayor de los obstáculos a tratar: “el rechazo de lo femenino” que atravesaba la historia de la humanidad, tanto para hombres como mujeres.

Sosteniéndose en estos presupuestos Lacan toma el relevo y avanzando en su clínica y trabajando y escuchando la de sus colegas, afirma que no disponemos de un saber para hacer con el otro sexo, y tampoco para hacer con esta “anatomia”, este cuerpo, que nos ha tocado en suerte. El saber institual, biológico, se perdió desde que el humano habla y se instaló el malentendio. Pero también nos queda ese algo vital que la palabra no tiene forma de nombrar.

Hablamos de goce como ese mixto de placer y sufrimiento, de eros y tánatos. El goce del cuerpo no copula con la palabra. “la relación sexual es imposible”, nunca habrá proporción, ni complementariedad, la unión fusional del mito esférico platónico queda puesta en cuestión.

¿Cómo entender entonces que los encuentros sexuales continuen, que hombres y mujeres sigan compartiendo espacios, afectos, hagan comunidad?

Frente a esta imposibilidad que cualquiera ha experimentado, pero que hace falta tiempo para comprender, la suplencia que hemos construido ha sido el amor. Un momento contingente en donde ilusoriamente se suspende esta imposibilidad y parece que es posible el encuentro entre los cuerpos sin fisura, sin vacío y sin síntoma. A veces, intentamos que no deje de escribirse esta contingencia la queremos eterna, surge así el amor que fija su objeto, será él o ella pero ningún otro u otra. En el caso de los místicos sin la intervención del cuerpo del otro, pues el éxtasis experimentado en el cuerpo responde al encuentro con Dios.

No existiría el amor sino existiera la palabra amor, su fuerte anudamiento a lo simbólico e imaginario ha hecho que a lo largo de la historia el amor fuera cambiando de forma, pero en cualquier época es una suplencia a este goce autistico del propio cuerpo, que nos permite el lazo con los otros. Estas diferentes formas de amor que ha producido el pensamiento occidental, encubren esta imposibilidad de una u otra manera. Sin embargo, la poesia ha mostrado lo que la estructura social no dejaba ver. La poesia amorosa y la mística siempre han apuntado a este imposible a esta herida incurable del ser que habla, a esta ausencia y a esta soledad. Así nos lo muestra Alejandra Pizarnik en este poema: “no/las palabras/no hacen el amor/hacen la ausencia/si digo agua beberé/si digo pan comeré”…

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Mercedes de Francisco

Texto publicado en el nº39 de la Revista La Maleta de Portbou
Enero 2020