Hamlet


Las referencias al arte en Freud, son fundamentales, y Jacques Lacan prosigue y se hace heredero del respeto y del buen uso de dichas referencias. Freud, en la reunión de los miércoles con sus discípulos mantuvo abierta la discusión sobre la forma lícita de tratar las creaciones artísticas desde el psicoanálisis. Jacques Lacan, manteniendo el más puro espíritu freudiano, vuelve a Hamlet y deja claro que “no nos interesa el inconsciente del poeta, ya que buscar en las obras ciertas pistas que nos informen sobre el autor no es analizar el alcance de la obra como tal” (pág. 46). La importancia de esta obra para el psicoanálisis, para nosotros los psicoanalistas, tiene que ver con su construcción, sus cimientos, su maquinaria que nos sirve para entender mejor el problema del deseo en la subjetividad.

Sobre Hamlet, Ernst Jones en 1909, había realizado un trabajo a raíz de las referencias freudianas, un trabajo que es reconocido por Lacan como de sumo interés, no solo porque trate de aportar nueva luz sobre el complejo de Edipo, sino porque subraya aspectos de Hamlet sobre los cuales no se había hecho hincapié antes. Los aspectos que subraya Jones son los que J. Lacan utilizará como guía. Desde luego en este texto de Ernst Jones, el tratamiento de Shakespeare es totalmente respetuoso y el interés se vuelca hacia el personaje, al mito de Hamlet. Esto no quiere decir que no se mencionen datos biográficos de Shakespeare, sobre todo los acontecimientos de su vida que rodearon al autor en el momento en que escribió esta obra. El drama de Hamlet interesa especialmente, tanto a los críticos como a nosotros porque supone un antes y un después en la producción dramática de Shakespeare, pues a partir de Hamlet sus creaciones toman el camino de la tragedia.

Este nuevo acercamiento a Hamlet vuelve a dejar claro que para Freud y para J. Lacan los artistas nos enseñan a través de sus obras los conceptos fundamentales que hacen a la teoría analítica y la práctica del psicoanálisis. T.S. Eliot, nos advierte: Shakespeare es tan grande, que posiblemente nunca podremos hacerle justicia. Pero si no podemos hacerle justicia, deberíamos al menos de tiempo en tiempo, cambiar los métodos con los que cometemos la injusticia. Por ello nos gustaría que esta tarea difícil que realizaron Freud y Lacan se interpretara como un cambio en el método de ser injustos con Shakespeare.

Para que resulte más sencillo seguir las articulaciones que propondremos a partir del texto de J. Lacan, resumiremos el argumento de la obra. La acción comienza después de la muerte de un rey admirable, que fue, no solo un gran rey, sino también, un excelente esposo, y que murió misteriosamente. Al poco tiempo de su muerte, su esposa la reina Gertrudis se casa con su cuñado Claudio, el hermano del rey y tío de Hamlet. Para Hamlet, Claudio no solo le usurpa el trono, sino que además sustituye de una forma escandalosa a su padre en el lecho de la reina, su madre. Aparece entonces el fantasma del padre que revela como aconteció su muerte mientras dormía a manos de su hermano Claudio, y le pide a Hamlet que vengue su muerte.

Es muy difícil transmitir todo el recorrido que Jacques Lacan realizó sobre Hamlet. Por tanto solo trataré de subrayar algunos aspectos de la obra de Shakespeare que han servido en este recorrido para indagar sobre el deseo. Lo primero que se dice de Hamlet es que tiene dificultades para actuar, ¿pero que entendemos por actuar?, en diversos momentos comprobamos como Hamlet es un hombre activo: es capaz de matar por equivocación y sin pestañear a Polonio, padre de su amada Ofelia; puede viajar a Inglaterra, y a los dos espías del rey enviarlos a la muerte sin problema, es salvado por unos piratas y vuelve a Dinamarca; pero entonces, ¿por qué, diversos estudiosos coinciden al considerar que la excesiva tendencia a la reflexión en Hamlet dificulta su acto?

Desde el momento en que el ghost del padre le informa sobre como fue su muerte, Hamlet sabe que su deber es vengar esta acción infame dando muerte a Claudio, no duda que esta es su tarea pero, sin embargo, provoca en él escrúpulos. Entonces podemos preguntarnos: ¿Qué características tiene este acto que implica este conflicto para Hamlet? ¿cómo es posible que considerando la venganza como legítima, surjan en él escrúpulos que no permiten llevarla a cabo? Este es un drama que ha provocado y lo sigue haciendo toda una avalancha de interpretaciones. Hay algo que resulta enigmático en este héroe, un vengador que no termina de realizar su venganza y se entristece, y que cuando la realiza es de manera torpe. El recorrido que Jacques Lacan realiza en 1959 sobre este mito no retrocede frente a estas preguntas y trata de mostrar como la posición global de Hamlet con respecto al deseo ilustra su fórmula el deseo es el deseo del Otro, alienación inevitable para un ser vivo afectado por el significante, para su constitución como sujeto, pero que necesariamente tiene como correlato otra operación, la de separación, pues el sujeto solo en este segundo movimiento de separación puede encontrar las claves de su propio deseo.

En el texto shakespeareano Hamlet va mostrando como el acto de asesinar a Claudio responde a su voluntad, es lo que quiere hacer pero a pesar de ello este acto se posterga. A lo largo de la obra, Hamlet mostrará una y otra vez, la angustia provocada por esta postergación, y el sentimiento de impotencia que le atenaza cuando se trata de hacer lo que se corresponde con su deseo. Vemos en esta primera incursión que acto, deseo y tiempo se relacionan y se articulan en Hamlet de manera especial. En el transcurrir del drama, el héroe tiene claras oportunidades para matar a Claudio, pero siempre es demasiado pronto, y por tanto el acto es postergado, lo que le hace hundirse en un mar de preguntas pues no puede explicarse a sí mismo esta dificultad para hacer lo que quiere. En el Acto IV, escena cuarta, cuando Hamlet se cruza con Frontinbrás que con sus tropas avanza a la conquista de Polonia, de unas tierras sin ningún valor, vuelve a reflexionar sobre su posición, y sobre la cobardía, de esta manera: ahora, sea olvido bestial o algún tímido escrúpulo de reflexionar en las consecuencias con excesiva minucia, reflexión esta que de cuatro partes tiene una sola de prudencia y siempre tres de cobardía, no comprendo por qué vivo aún para decir: “esto está por hacer”.

Sigamos el hilo que nos propone el protagonista del drama, se pregunta sobre las consecuencias de su acto, esto que en principio puede ser un signo de prudencia, comprobaremos que responde a otros móviles. Jones, y J. Lacan, entre otros, subrayan que el ghost del padre clama por una venganza que tiene cierta restricción, ciertas condiciones. El fantasma del padre le pide a Hamlet que de cualquier modo que realices la empresa, no contamines tu espíritu ni dejes que tu alma intente daño alguno contra tu madre. (Acto I, esc.5ª). ¿Cómo realizar esta empresa, sin dañar a la madre?. Si decíamos al principio que Hamlet sabe cual es su voluntad que no puede traducir en un acto, también sabe que los apetitos de su madre están marcados por la incontinencia (lo dice la sombra del padre cuando se le aparece a su hijo. Acto I,esc 5ª...Pero así como la virtud será siempre incorruptible, aunque la tiente la lujuria bajo una forma celestial, así también la incontinencia, aunque está enlazada a un radiante serafín, se hastiará en un tálamo divino e irá a cebarse en la basura). Antes de que la aparición del padre haga saber a Hamlet que su muerte no ha sido natural, y que ha muerto en la flor de sus pecados, por lo cual está condenado a sufrir los horrores del infierno; el héroe sabe de la lascivia de su madre y en un monólogo (Acto I, esc.2ª) nos lo muestra así: ¿habrá que recordarlo? ¡Cómo! ¡Ella, que se colgaba de él, como si su ansia de apetitos acrecentara lo que los nutría! Y, sin embargo, al cabo de un mes... ¡no quiero pensar en ello! ¡Fragilidad, tu nombre es mujer!...¡Un mes apenas, antes de estropearse los zapatos con que siguiera el cuerpo de mi pobre padre, como Níobe arrasada en lágrimas...; ella, sí, ella misma...! ¡Oh Dios, una bestia capaz de raciocinio hubiera sentido un dolor más duradero, casada con mi tío, con el hermano de mi padre, aunque no más parecido a mi padre que yo a Hércules!...¡Al cabo un mes!...¡Aún antes que la sal de sus pérfidas lágrimas abandonara el flujo de sus irritados ojos, desposada! ¡Oh ligereza más que infame, correr con tal premura al tálamo incestuoso!...

En la obra, como algunos autores señalan, no queda claro si la madre participó del asesinato del rey en complicidad con Claudio, cuestión que, aunque parezca extraño, no parece ser la causa del conflicto para Hamlet. Sin embargo, lo que le tortura, como vimos en el monólogo anterior, es como ella sustituyó a su padre por un ser claramente inferior. ¿Amaba al rey como parecía o lo que realmente le interesaba es dar rienda suelta a sus apetitos, para lo cual cualquier hombre le servía?. Nos encontramos con un héroe que sabe, que no duda de como es su propia madre, pero esto no impide que tema por las consecuencias de su acto.

Podemos recapitular lo que llevamos planteado hasta aquí: Hamlet sabe de su tarea, de lo que quiere, pero posterga el acto que se correspondería con dicho deseo, siempre es demasiado pronto para matar a Claudio. Pero este demasiado pronto podemos ponerlo en consonancia con las repercusiones que tendría su acto. No teme por lo que conlleve este nuevo crimen que es venganza del anterior, pues está convencido de su legitimidad, su temor es por las consecuencias que ello tendría para su propia madre. En el drama se da un momento cumbre cuando la madre llama a Hamlet a sus habitaciones, donde Hamlet, con una crueldad sin concesiones le pide directamente abstinencia, y como hemos visto al principio de la obra, hace hincapié en la facilidad que tiene la madre para sustituir un hombre por otro, no importando las cualidades que le adornen. Así se lo declara Hamlet a su madre en la entrevista que mantiene con ella: ¿Tenéis ojos? ¿Pudisteis dejar de pacer en esta hermosa colina, para bajar a cebaros en tan cenagoso pantano? ¡Ah! ¿Tenéis ojos? No me digáis que eso es amor, porque a vuestra edad aplaca la sangre sus ardores, volviéndose más sumisa y obediente a la prudencia. ¿Y qué prudencia descendería de éste a este otro?.

Otro barómetro que nos permite pensar la posición de Hamlet en relación con el deseo, se da a través del personaje de Ofelia. Freud nos muestra, como correlativamente al drama de la venganza, vemos expresarse el horror a la femineidad cuando Hamlet rechaza a Ofelia y la humilla. El rechazo de su amor por Ofelia lo justifica diciendo que sin duda en el futuro terminará convirtiéndose en un ser degradado y corrupto, evocando de esta manera las características de la madre. La posición del sujeto Hamlet, con respecto a esta madre que no conoce el duelo, no solo le lleva a la impotencia para acometer su empresa, -pues matar a Claudio supondría ir en contra del deseo del Otro materno-, sino que también, provoca en Hamlet el rechazo del objeto femenino la desaparición de su amor por Ofelia conviertendose, esta, en blanco de sus agresiones. Hamlet no puede querer, pues se pelea permanentemente con el deseo de su madre, y esto le lleva a estar cada vez más lejos del suyo. En la entrevista que mantiene con la madre le ruega que cambie y se someta a la ley, que se abstenga, que refrene sus deseos, pero al final de este encuentro abandonará y se dará de nuevo por vencido, pudo más la alienación al deseo de la madre. Cuanto más el héroe encarna este deseo que no es el suyo, más lejos está del propio. Es por ello que se trata para J. Lacan de una tragedia del deseo. Desde nuestra perspectiva cuando hablamos de indecisión hamletiana nos referimos a las dificultades que tiene el personaje para decidirse por su propio deseo, quedando así esclavizado a sostener y mantener intacto el deseo de la madre. Comprobamos así que la indecisión no es el resultado de no decidir entre una cosa o la otra, sino que responde al hecho de haber decidido claramente por sostener el deseo del Otro materno.

¿En algún momento Hamlet puede cambiar su posición con respecto al deseo como para lograr que su empresa llegue a su fin? ¿Cómo concluirá este drama, cuyo hilo principal es el conflicto al que se enfrenta el héroe para realizar su venganza? Al final de la obra y de una forma bastante confusa Hamlet logra dar muerte a Claudio, pero solo puede darle muerte cuando él mismo ya está herido de muerte. El acto de Hamlet llega a su término en la cita última de todas las citas, solo puede producirse el encuentro con su acto cuando el mismo se encuentra con la muerte, una cita imposible de evitar. Pero vayamos por partes, antes de este último acto ocurren una serie de hechos en la trama de la obra que nos permitirán comprender mejor porque Hamlet puede afrontar su destino.

Antes mencionábamos que a parte del eje central dramático, encontramos paralelamente el eje que une a Hamlet con Ofelia, y que nos muestra y nos enseña desde otra perspectiva la problemática relación de este sujeto con su propio deseo. Hamlet considera motivo suficiente para rechazar a Ofelia que sus actos como mujer -consideramos una alusión clara al acto sexual- haga de ella una madre. Frente a esta actitud de Hamlet absolutamente incomprensible para ella, pues nunca le confía la causa de sus padecimientos, hay que añadirle que Polonio, padre de Ofelia, es asesinado por el mismo Hamlet (Esto ocurre en la escena de la entrevista con la madre, Polonio se esconde detrás de una cortina con la autorización de la reina, y Hamlet sin saber quien es le atraviesa con su espada) frente a lo que Ofelia responde con la locura y el suicidio. Esta muerte será crucial para Hamlet.

La obra se inicia al poco tiempo de la muerte del rey, y sabemos que los ritos funerarios han sido breves, por eso Hamlet exclama: ¡Economía, Horacio, economía! Los manjares cocidos para el banquete del duelo sirvieron de fiambres en la mesa nupcial, pero esta brevedad se repite con Polonio por cuestiones políticas y con Ofelia porque se ha tratado de un suicidio, por ello, el hermano de Ofelia, Laertes, pide que los ritos que acompañan al entierro sean más extensos. Una clara dificultad para el duelo recorre el drama, cuya máxima expresión la encontramos en la reina que no conoce el duelo. A la vuelta de Inglaterra Hamlet se encuentra por casualidad con el entierro de Ofelia, y es entonces, frente al cadáver de Ofelia cuando toma conciencia y recupera el valor que tenía para él esta mujer. Solamente puede reconocer su deseo cuando pierde a su amada y el encuentro se torna imposible (Henri James). Pero en el cementerio no solo se encuentra con los ritos funerarios por Ofelia, sino que contempla el duelo sin freno de Laertes. Laertes, se tira en el hueco de la tumba para abrazar a su hermana y profiere gritos de dolor y desesperación por su pérdida. Hamlet desafiará a Laertes, mostrándole que su amor por Ofelia es más grande que el suyo. Pero la conclusión final de la obra, el momento en que Hamlet puede dar muerte a Claudio no llega directamente, sino que primero tiene que competir con Laertes en el arte de la espada, (Laertes en complicidad con el rey, lleva la punta de su espada envenenada), es luchando con uno de los pocos hombres que respeta como puede encontrarse con su propio destino y dar muerte al asesino de su padre.

Hemos hecho este recorrido apretado sobre diversas cuestiones que nos parecen fundamentales del texto lacaniano, y hemos renunciado a una exhaustividad que excedía este marco. Por ello trataremos de resumir algunas conclusiones. De una manera indirecta hemos diferenciado lo que, comúnmente, se entiende por acción, de lo que el psicoanálisis entiende por acto. Es en la experiencia analítica donde un sujeto comprende esta radical diferencia. Una vida puede estar plagada de decisiones y ser una vida de acción pero eso no significa que ese mismo sujeto haya sido capaz de realizar los actos que corresponderían a su propio deseo. Sobre este punto Lacan afirma que de lo único que nos sentimos culpables es de haber cedido sobre nuestro deseo. Y el acto como todo acto implica el tiempo. Hemos hablado de oportunidades, ocasiones, momentos en los cuales Hamlet habría podido matar a Claudio, pero siempre era demasiado pronto, y aquí surge la pregunta ¿pronto para quién?, es evidente que siguiendo la misma lógica de la fórmula el deseo es el deseo del Otro, para todo neurótico la hora también es la hora del Otro, siempre la cita se presentaba demasiado pronto para nuestro héroe, porque lo que realmente tenía en cuenta era la hora del Otro materno. Y aquí Lacan no deja de introducir un cuarto elemento, si tenemos, deseo, acto, tiempo, el cuarto término sería duelo y esto introduce la relación del sujeto con la femineidad, con el objeto femenino y con la capacidad para amar, es decir para investir el objeto, para otorgale un valor. En este texto de J. Lacan sobre Hamlet es evidente que aunque no se diga explícitamente que la madre es un obstáculo para el acceso del hombre a una mujer, este recorrido lo muestra indirectamente. Un obstáculo que no se puede considerar responsabilidad del sujeto femenino, que en cada caso encarna dicha función, sino que responde a un hecho de estructura, y a la constitución del sujeto como deseante.

Para los actores, representar Hamlet puede ser el culmen de su carrera o sino la forma de retirarse con honor, la importancia de Hamlet es indiscutible. Desde nuestra perspectiva podemos preguntarnos ¿qué hace de esta una obra esencial?. Esta obra es fundamental pues su entramado y su maquinaria, sirven para mostrar como se torna trágico para un sujeto la renuncia a su propio deseo, y el pago que eso supone.

Mercedes de Francisco
Marzo 1998

Conferencia sobre Hamlet junto con Vicente Molina Foix, en el marco del ciclo sobre Shakespeare organizado por la Biblioteca del Campo Freudiano de Madrid.