Hegemonia del objeto de consumo: efecto sobre el sujeto


Cada vez más la sociología y la política se ocupan de las cuestiones “subjetivas”. La salud, no exclusivamente referida al cuerpo como organismo, se convierte en un claro elemento de controversia y de lucha política.

Sociólogos como Richard Sennett que se aboca a pensar el trabajo o el filósofo Zygmunt Bauman que ha tomado el significante “líquido” como la metáfora que condensa las características de esta época, se preocupan por el efecto que esta sociedad actual tiene en los sujetos.

El sujeto aparece como más patologizado y enfermo. Su entorno social ha dejado de ser un lugar de identidad, pertenencia, refugio, estabilidad, para convertirse en un enjambre de exigencias “locas” e “insaciables”. El resultado de esta operación es la angustia, la paranoia, el sentimiento de precariedad, la depresión, etc.

Es por ello que el desarrollo de la tecnociencia y sobre todo de la neurociencia se encamina cada vez más a plantearse como sabedora de la causalidad y resolución de las problemáticas más estrictamente subjetivas. Las neurociencias han tomado como objeto de sus investigaciones los aspectos “más psicológicos” de los individuos e incluso los más éticos. En realidad, han tomado como objeto a los propios individuos.

Es por ello, que la hegemonía del objeto ha puesto al padecimiento subjetivo en un lugar protagonista. Un lugar protagonista que implica una lucha clara y a cielo abierto, en algunos casos, y, en otros una lucha larvada y silenciosa entre una concepción u otra de los seres hablantes.

En realidad, si pensamos en los objetos comunes, los objetos producidos por el hombre, podríamos sostener lo contrario que el título de esta mesa, los objetos no son hegemónicos. Esta época definida como consumista por antonomasia, lleva a una permanente variación y cambio con respecto a dichos objetos. El desarrollo capitalista de los países se mide por la cantidad de desechos que acumulan. Cada poquísimo tiempo se cambia uno de móvil, de ordenador, de modelo de teléfono, incluso Zara, una de las mayores fortunas en España, está en el candelero porque cada semana varía el stock de modelos de ropa, se renuevan a una velocidad vertiginosa, además de ser un autoservicio. No hay relación entre el vendedor y el comprador, el comprador se encuentra a solas con sus objetos. Creo no equivocarme al considerar que han calculado que el lazo con el vendedor perjudicaría la venta.

Época de la pulsión


Se trata entonces, de la época de la pulsión en su permanente y constante empuje a la satisfacción, cuyo objeto puede variar pero no así su fin, que es el de satisfacerse. Las exigencias superyoicas que esgrime el mercado son así otra forma de la actividad pulsional. Siempre estar en forma, alegre, entusiasmado, joven, etc…son algunas de esas exigencias. La permanente precariedad laboral, pidiendo a hombres y mujeres que sean flexibles, que asuman riesgos, que acepten los imprevistos y el permanente cambio, dicho de otra manera las contingencias, hacen que los lazos entre los humanos sean cada vez menos duraderos, estables y sólidos. Baumman tiene una metáfora muy gráfica: “en una delgada placa de hielo es mejor deslizarse rápido para no hundirse”.

Hegemonia del objeto a lacaniano


Los permanentes cambios de objetos mundanos, nos lleva a plantear, siguiendo a Jacques-Alain Miller en su Seminario El Otro que no existe y los comités de Etica, que esta es la época del “objeto a”. Este objeto “a”, este plus de goce, es el invento de Lacan con el que formaliza el descubrimiento freudiano: el deseo no tiene un objeto adecuado, un objeto que lo satisfaga, y que si de algún objeto se trata es un objeto causa, no meta. El deseo siempre insatisfecho, insaciable, se desliza metonímicamente. Tenemos por tanto, una pulsión constante cuya exigencia es la satisfacción misma. Es indiferente el objeto que nos sirve para reemprender, una y otra vez, este circuito. Y el deseo que se desliza de un objeto a otro.

Cinco son los objetos a “llamados naturales”: pezón, heces, falo, mirada y voz. No son intercambiables, ni especularizables, no tienen revés y se encuentran intrincados con las zonas erógenas del cuerpo. No tienen el estatuto de sustancia, ni de esencia. Su condición de cesibilidad permite que puedan ser sustituidos por objetos comunes. Se trata de cinco formas del objeto que llevan la marca de la pérdida y de la fragmentación del cuerpo. Lacan nos advierte que cuando los pacientes hacen alusión a los objetos de la cultura, ellos hablan de su goce. ¿Que supone esta posibilidad de encontrar en el campo del Otro, los objetos “a”, que son tan singulares para cada uno? En los objetos del mundo, podemos vislumbrar la sombra de los objetos a naturales. Para Borges, el zahír será esa moneda vehículo privilegiado de la mirada, el libro transportará la voz…la metafísica y los ideales serán semblantes que transportarán el objeto escatológico…

El cuerpo, como un objeto más, padece de este permanente cambio, hay que modificarlo, mejorarlo, hacerlo distinto cada vez, para nosotros mismos y para el otro; las mujeres, los hombres, tienen que encontrarse con objetos eróticos cada vez más jóvenes que representen mejor estos emblemas; el lazo entre los sujetos está muy afectado. El amor, -que como todos sabemos no se trata de algo ni natural, ni instintivo-, ¿podrá perdurar en un mundo regido por esta voraz exigencia de cambio que es lo que sostiene el consumo?. ¿Cómo será posible pasar del deseo al amor?.

Goce obligatorio


El derecho al goce camufla su obligatoriedad. Los pacientes demandan saber como comportarse para cumplir con los imperativos de la época. Los síntomas son para ellos problemáticos en cuanto no les dejan cumplir las exigencias del mercado, tanto en lo laboral como en lo sexual. Esta demanda de adaptarse a la exigencia pulsional, a este “empezar cada vez de cero” excelente formulación de la pulsión de muerte ¿como puede ser tratada?.

Bauman comenta como el ejemplo de éxito en este capitalismo es Bill Gates que a diferencia del modelo de Rockefeller, es capaz de desprenderse de todos los objetos producidos y creados por él para mantenerse en la cresta de la ola. Este es uno de los mejores exponentes de este “empezar de cero” con lo que conlleva de destrucción. Incluso ya en Japón algunos jóvenes han optado decididamente por cambiar permanentemente de trabajos, no mantener relaciones duraderas, evitar cualquier acumulación de objetos y propiedades. Despojarse de cualquier situación que implique permanencia, continuidad, duración.

Política de las cosas


Jean-Claude Milner ha publicado un libro titulado “La política de las cosas”, partiendo del afán de evaluar del que no se salva nadie, nos muestra como se transforma la política de los hombres en una política de las cosas. Y añade, que además las cosas no dicen nada y los humanos sí. El acto médico supremo ya no es la curación sino la autopsia (famosa serie americana CSI, cuyo protagonista es el cadáver y su autopsia). Diagnostica la democracia moderna como democracia verbal que no entrega el gobierno de las cosas a los hombres sino a las cosas. Un ejemplo de Sennet con respecto a una panadería de Boston ejemplifica a pequeña escala esta cuestión. Los panaderos griegos que, antes, la regentaban sabían hacer su oficio, pero ahora han instalado máquinas informáticas y los empleados solo tienen que saber teclear. Son esas máquinas las que gobiernan. Ya no se necesita saber nada, ni de cómo hacer pan, ni de las nuevas máquinas. Por ello los obreros son no cualificados y se mantendrán poco tiempo…pero frustrados y deprimidos.

En el último Curso de Orientación Lacaniana de Jacques-Alain Miller 2006/2007, despliega cuestiones fundamentales de los últimos Seminarios de Jacques Lacan que coinciden con la caracterización de esta época. La promoción de la contingencia, de lo temporal lo aborda Lacan a partir de su Seminario XX. Cada vez más los tres registros Imaginario, Real y Simbólico están en pie de igualdad. Lo simbólico pierde su hegemonía y radicaliza su definición de Real. Separa lo Real del sentido, lo real es mudo, no nos dice nada. Por tanto todo intento de aplicar lo simbólico a lo real tiene como resultado una construcción fantasmática. Es así como llega a definir el objeto “a” como un semblante y lo recusa como nombre de lo real. Lo simbólico nos enreda con respecto a lo real, las cosas saben comportarse, nosotros seres que hablamos no sabemos comportarnos. Por ello las terapias comportamentales vienen a ser una respuesta del mercado y del capitalismo a este problema. También los manuales de autoayuda, etc. Nos prometen ese saber.

Por el solo hecho de hablar este embrollo está garantizado Todo intento de hincar lo simbólico en lo real termina siendo fantasmático, nos lía. Frente a este impasses lo que propone Lacan es la excepción del sinhtoma.

Lacan hará un elogio de la contingencia. La contingencia que por un momento nos hace creer en la ilusión de que la relación hombre mujer puede escribirse, que sus goces pueden entrar en armonía, y que permite a los partenaires reconocerse en las marcas que cada uno aporta del exilio de esta relación. En algunas ocasiones, al parecer no muchas, queremos que esta contingencia se convierta en algo del orden de la necesidad, de lo que se escribirá una y otra vez, de lo duradero, encontrando aquí la vía del sínthoma.

Es este shintoma lacaniano el único que nos aportará una identificación válida para nuestra acción. Un amarre, un sostén. “Saber hacer ahí” cuando del mundo de las cosas mudas, de lo real se trata. Una acción donde el cuerpo y el goce más autístico y singular de cada uno, así como el tiempo, estén comprometidos.

Con este panorama, una posición nostálgica con el pasado me parece la menos indicada. Sobre todo, porque es ahora donde la respuesta del psicoanálisis lacaniano como la de otros discursos afines pueden hacer este mundo algo más vivible. En una época donde los sujetos están cada vez más desorientados, el shintoma nos orienta y puede sacarnos del marasmo mortífero, haciéndonos los autores de nuestras propias vidas, y permitiendo un lazo con el semejante. Es la acción, el acto, lo que nos sacará del embrollo al que como seres parlantes estamos abocados. Un acto que torne relevantes las palabras privilegiadas que azarosamente marcaron nuestro cuerpo y construyeron nuestro intransferible shintoma.


Mercedes de Francisco
Madrid, 18 de octubre de 2007.

Conferencia realizada el 20 de octubre de 2007 en el Convengo sobre “El Sujeto en el tiempo de la precariedad” en Torino (Italia), organizada por el Centro Psicoanalítico di tratamiento dei malessericontemporanei. El tema de la mesa fue “Egemonia dell’oggetto di consumo: effetti sul soggetto” y en ella participaron Rosa Elena Manzetti, AME de la Scuola di Psicoanalisi y Direttore Clinico del Centro Psicoanalítico di tratamiento dei malesseri contemporanei, y fue presidida por Maria Bolgiani, miembro de la Scuola di Psicoanalisi, Presidente del Centro Psicoanalítico di tratamiento dei malesseri contemporanei. La traducción corrió a cargo de Maria Laura Tkach miembro de la Scuola di Psicoanalisi del Centro Psicoanalítico di tratamiento dei malesseri contemporanei.


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