Sobre Yo soy el monstruo que os habla de Paul B. Preciado










Me intereso en esta conferencia dictada por Paul B Preciado en la Escuela de la Causa Freudiana el 17 de noviembre del 2019, porque en ella se interpela, aparentemente, a la institución psicoanalítica, pero en realidad se cuestionan las posiciones del psicoanálisis, sin dejar muy claro de que psicoanálisis se está hablando.

He querido ahondar en las afirmaciones de este discurso porque las críticas me sirven de acicate para avanzar en mis consideraciones.

No me interesa acercarme a lo dicho con una posición altanera como reacción a sus críticas, ni tampoco deslizarme a planteamientos diagnósticos que están en las antípodas de la orientación de Freud y Lacan. Psicologizar sus afirmaciones no serviría de mucho.

Cuando se dirige a los participantes de las Jornadas y dice que la masculinidad y feminidad del auditorio no es menos fabricada que la suya, está en lo cierto. Al final de su charla nos da tres ideas a los psicoanalistas. La primera que la diferencia sexual no es ni una naturaleza, ni un orden simbólico, en lo que podemos acordar los psicoanalistas lacanianos. La diferencia sexual no es natural y tampoco únicamente simbólica. Pero su conclusión después de esta recomendación es hacer una definición del cuerpo donde en él se encarnaría una epistemología política y por tanto histórica y cambiante. Y es en esta conclusión donde nuestros caminos divergen, pues no consideramos el cuerpo reducido exclusivamente a la epistemología imperante. En los últimos años de la enseñanza de Lacan, Seminario XXIV, en la clase del 16 de noviembre de 1976, nos plantea que hay un cuerpo de lo imaginario, un cuerpo de lo simbólico y un cuerpo de lo real, y aclara que el cuerpo entra en juego en lo imaginario por la vía de la consistencia, a través del yo; desde el punto de vista simbólico por la alternancia presencia-ausencia del significante y en el registro de lo real se trata de nuestra existencia arrojada al mundo.

Preciado habla, fundamentalmente de dos decisiones, la primera adquirir a través de lo médico-farmacológico-legal su estatuto jurídico de hombre, pero aclarando que no tiene ningún deseo de devenir hombre como los otros, sino que lo que intenta es escapar de la parodia de la diferencia sexual. Es evidente que no es tan fácil sostener esta afirmación a la par que consigue el estatuto jurídico de hombre, que como nos dice en "Un departamento en Urano " supone incluso a nivel del Estado un nuevo nacimiento.

Por un lado, toma la decisión de llamarse Paul y hormonarse con testosterona que cambiará sus caracteres sexuales secundarios, y por otro, la decisión de hacer un espectáculo público de su cuerpo, de su espíritu, de su monstruosidad, y de su transición. Estas dos decisiones no se solapan entre sí y responderán a causas diferentes.

Su devenir “hombre”, o más bien monstruo, responde a su rechazo al circo binario heteropatriarcal que deja para la mujer, según Paul, solamente dos alternativas: el rol de la bella o la víctima, y no se sentía capaz de ninguna de las dos. Es fácil caer en este binarismo a la hora de abordar el indefinible de la mujer. Comprobamos en la clínica esta deriva, sobre todo la de victima, pues la mayoría de las veces el semblante de la belleza tiene como única función velar el sostén imaginario frente a la pregunta ¿qué es ser mujer?, pregunta que nunca obtendrá respuesta. Un privilegio de la imagen que se desliza en la mayoría de los casos a una inhibición y mudez femenina, dejando su voz como correlato de un misterio inexistente. Incluso M. Duras, mujer con un importante recorrido como escritora, se sintió con "el derecho a decir" cuando Lacan le planteó que ella sabía sin él lo que él enseñaba. Sigue siendo para mí un enigma que esto tuviera un valor de autorización para ella.

Es sorprendente que nos hable del circo del binarismo sexual y no del circo del espectáculo universitario, mediático y de la moda entregándose a ello tan decididamente.

En su exposición hay un decisionismo voluntario y consciente que no podemos compartir. Elegir su jaula por propia iniciativa, frente a la elección hombre, mujer, que para él no la reconocería, es bastante dudoso. No tiene en cuenta la insondable decisión sobre el ser, ni las marcas inconscientes, que parece manejar a su gusto, si es que llega a considerarlas. Es sorprendente que nos informe de que durante unos cuantos años tuvo encuentros con varios psicoanalistas de distintas orientaciones, entre ellas la lacaniana. 

Habla de un sujeto autónomo, independiente e idéntico a sí mismo, que remite a un yo fuerte y que desprecia las ataduras de cualquier marca inconsciente con su correlato de goce.

En apariencia está en contra de identidades marcadas por el poder de la epistemología de la diferencia sexual, y tiene la ilusión de una elección libre por estar en este lugar trans, o más bien de monstruo, de Frankenstein esperando que alguien le ofrezca una flor.

Algunas de las cuestiones que nos plantea sobre la identidad, sobre los cambios y las condiciones históricas donde surge la invención freudiana no son para nosotros desconocidos y desde luego nadie piensa que se pueda estar al margen de las condiciones de la época y de las determinaciones históricas, pero justamente la verdad freudiana surge ahí para mostrar como esto no agota lo que puede decirse de un ser que habla. Freud y después más claramente Lacan no permiten que esas formulaciones puedan cerrarse en sí mismas y apuntan a su inconsistencia. El psicoanálisis es lo sintomático a cualquier pretensión totalizante, incluso a la que aparente estar a la vanguardia.

No consideramos a la identidad como cerrada y autónoma. Aunque declare vivir en el tránsito y en la frontera aspira a una identidad cerrada incluso en ese vagar. Tampoco pensamos al sujeto como dueño de sí mismo, el nuestro es un sujeto vacío que se da una consistencia, entre otras, a través del objeto "a " que tapona su división en el fantasma. El cuerpo para nosotros no es un “archivo político viviente” como Preciado valoraba el suyo antes de su proceso de mutación. Proceso que fue el momento más bello, gozoso y feliz de su vida, mostrando que para él lo terrible se encuentra en la frontera entre los sexos. Transito "consciente" y "libremente elegido" aunque haya tenido que recorrer un arduo camino para hacerse reconocer como buen “trans” por el entorno psiquiátrico-psicológico-farmacológico-legal.

Preciado parece no querer ser un "archivo político viviente" y me pregunto si no lo encarna más que nunca después de su transformación. En nombre de una libertad de elección de su jaula acepta de lleno prestar su cuerpo a la “terapia hormonal", inyectándose testosterona durante años y como "modelo" de la nueva campaña de Gucci.

En esta campaña publicitaria, lo queer, lo trans, muestran su lado neoliberal y queda engullido por la maquinaria capitalista. Monstruos, pero bellos, elegantes, de una determinada clase, que se mueven vaporosamente en un espacio muy chic decorado con muebles selectos. Nada que indique los enormes estragos que muchos trans padecen. Unos cuerpos "perfectamente monstruosos" tratados hormonalmente para lucir las prendas de Gucci tan afines al imperio de la moda que intenta equipararse al arte. El profesor de filosofía hablando por la televisión elegantemente vestido, dirigiéndose a los que se comprarán una preciosa gorra de lana para el invierno por setecientos euros más o menos. En España el ingreso mínimo vital no llega a los quinientos euros y es posible que haya sujetos trans en esas familias.

Hace años en "Testo Yonki", Beatriz Preciado (en ese momento era Beatriz),  nos muestra la importancia en el capitalismo de la industria pornográfica, de la prostitución y la trata de mujeres, así como de la industria médico-farmacológica en el campo de la reproducción asistida, de la estética…y ahora podemos añadir en el cambio de sexo.

Preciado se refiere a los distintos desarrollos históricos de la ciencia y como el psicoanálisis nace cuando se pasa del paradigma monosexual a un paradigma de la diferencia sexual. En el Siglo XVIII el discurso médico y la taxonomía anatómica consideraba la anatomía de la mujer referida al modelo de la anatomía del hombre. En el siglo XIX se reconoce la especificidad anatómica de la mujer y  en ese contexto nace el psicoanálisis. Me pregunto si su intento no es instaurar una nueva taxonomía cuando se refiere a los nuevos datos morfológicos, cromosómicos y bioquímicos que harían, según él, conflictivo e incluso imposible sostener una epistemología binaria.

Si considera que el psicoanálisis nace afectado por la epistemología binaria y que debe revisar sus presupuestos con estos avances científicos, nos preguntamos si la epistemología del cuerpo viviente que encarna no es tan dependiente y esclava de esos “descubrimientos” como considera que el psicoanálisis lo es de los presupuestos del XIX. Quizás lo único que pretenda es llamarnos “anticuados” y alentarnos a ponernos al día en "moda".

Sus críticas están sostenidas en unos conceptos y presupuestos psicoanalíticos que dejan de lado el transcurrir de la enseñanza de Lacan. Preciado toma de Lacan su vuelta a Freud pero sin tener en cuenta el sorprendente viraje que supone restituir la verdad freudiana a los conceptos que enumera: organización de la libido, actividad-pasividad, envidia del pene, complejo de castración, mujer fálica, amor genital, histeria, masoquismo, bisexualidad, androginia, fase fálica, complejo de Edipo, estados pregenitales, perversión, coito, placer preliminar, escena original, homosexualidad, heterosexualidad…

Los tres registros del ser hablante, Imaginario, Real y Simbólico y sus anudamientos que van transformándose en la medida que avanza Lacan en su enseñanza llegando al Sinthoma a partir del Seminario XXIII. La concepción del cuerpo  de Lacan referida a estos tres registros, no parece ser tenida en cuenta por Preciados. Quizás tanto Judith Butler como Paul B. cuyas referencias privilegiadas son Foucault y Derrida, introducen el cuerpo como un elemento del poder político, y se mueven en un mundo simbólico, de lenguaje,  que raya con un determinismo que Freud fue abandonando y que lleva a un callejón sin salida más que a una jaula elegida a conciencia por uno mismo.

Lacan también se topó con este callejón sin salida del estructuralismo y lo simbólico pero tenía la praxis analítica que le obligaba una y otra vez a enfrentarse con algo que se le cruzaba en el camino y al que dio el nombre de Real. Eso que se nos cruza en el camino, que no anda y para lo cual ninguna epistemología  o saber ya sea adquirido en los libros o incluso aprehendido en un análisis podrá atrapar y eliminar. 

Aunque Preciado quiera estar permanentemente en la frontera, acompañando a los desposeídos de la tierra, para lo cual viajará, cambiará de casa, atravesará fronteras tanto geopolíticas como de su propio organismo con la ayuda de la farmacoterapia, e incluso se ofrecerá como "mercancía" para marcas de moda, no logrará eliminar este Real que podemos nombrar como esa imposibilidad de escribir la relación sexual.

Su proceso de cambio habrá podido ser uno de los momentos más felices de su vida, pero no es la Felicidad, habrá conseguido sentirse en la universalidad por tener un cuerpo morfológicamente de hombre, y habrá abandonado el lugar de alteridad que tenía como mujer, pero no podrá escribir la relación sexual que implica el cuerpo a cuerpo, aunque consiga que alguien llegue a entregarle una flor a este monstruo. No podrá erradicar la soledad radical y el desamparo que implica ser un “humano”, tampoco podrá encarnar lo imposible..., por esto mismo, los conceptos del último Lacan no son tenidos en cuenta en sus desarrollos y prefiere referirse a los términos freudianos sin contemplar la verdad restituida en ellos, y así mantener esta "vana" ilusión.




Mercedes de Francisco

17 de noviembre del 2020