La experiencia analítica en tiempos de pandemia

 


 

 



Al inicio del 2020 comenzó lo que luego supuso una pandemia a nivel mundial provocada por el virus del Covid 19. A pesar de que estamos en el Siglo XXI nos hemos encontrado que todo nuestro “aparente” progreso científico no ha servido para tratar la pandemia de otra forma que como la de otras pestes a lo largo de la historia, con el “confinamiento”. Confirmamos así lo que Freud nos advierte sobre el progreso.

Esto inmediatamente afectó a nuestra práctica que necesita del movimiento de los cuerpos para realizarse, aunque también nos enfrentó a la pregunta ¿qué hacer, con los medios que la técnica pone a nuestro alcance para poder mantener las sesiones por video o telefónicas, pues el confinamiento se suponía largo? Se mostraba en acto que no somos extraterritoriales. Como cualquier otra actividad no vinculada a cubrir las necesidades esenciales para la vida, la nuestra se suspendía si no se optaba por la via telemática. Al mismo tiempo asistíamos al relato incesante de las cifras siniestras de las muertes por Covid.

Mi primera respuesta frente a este acontecimiento imprevisto, aunque anunciado por los científicos y la ciencia ficción, fue ofrecer a los analizantes la posibilidad de seguir su trabajo analítico con los medios de que se disponía. En una situación donde el movimiento, la presencia, y el encuentro de los cuerpos estaba tan afectado me parecía importante al menos mantener el lazo y “cierta presencia”, vía la imagen virtual y la voz, para que el trabajo de la transferencia siguiera. Y junto a los colegas me volqué en el estudio a través de carteles de la ELP del CF y espacios de la Sede de Madrid. Fue un descubrimiento para mí comprobar que muchos colegas sobre todo en Latinoamérica ya tenían la experiencia de realizar en ocasiones práctica telemática.

Se puso en cuestión el saber adquirido, mi posición siempre fue contraria a la idea de la practica virtual, consideraba que la presencia de los cuerpos en la sesión era insustituible. Y, sin embargo, no tuve ninguna duda en usar estos gadgets que nos aporta la tecno-ciencia frente a lo que intuía iba a ser largo y complejo. Pero es evidente que necesitaba hacer un nuevo recorrido por esos conceptos que la situación actual ponía sobre el tapete y tratarlos desde esta perspectiva.

No solamente la idea de la presencia del analista se tambaleó, sino también la concepción del cuerpo. Era necesario dejarse enseñar por lo que ocurría en esos encuentros y lo que está ocurriendo con la vuelta a la cita presencial en las consultas. Mi pregunta es: ¿la práctica analítica en los tres meses de confinamiento se puede considerar de pleno derecho? La respuesta a esta pregunta no es del orden de lo universal, pero puedo afirmar que los analizantes han trabajado y han surgido cuestiones fundamentales para la dirección de sus curas, que se han visto mantenidas en la vuelta a la consulta.

En ningún momento he imaginado un escenario donde la presencia de los cuerpos en un mismo espacio fuera a desaparecer, esto me produce verdaderos escalofríos y prefiero no considerar el futuro como “apocalíptico”. Creo que irónicamente Lacan en La Tercera[1]llega a plantear que sería un éxito para el hombre, y más concretamente para el científico, acabar con la vida en el planeta, pero que por otro lado lo ve incapaz de llegar a tan alto logro. Desde luego prefiero que el hombre fracase en esta realización de la pulsión de muerte que siempre acecha, aunque no podemos negar que estamos asistiendo a unos momentos “delicados” en este sentido.

Hemos experimentado con claridad que para sobrevivir necesitamos los cuerpos de los otros, aunque sabemos que la tecno-ciencia en su desaforado avance, intenta sustituir por robots esos cuerpos. Pero no cuenta con la angustia del sujeto de ser portador de un cuerpo que, en absoluta soledad, moriría de pena o de locura.

“Hay un cuerpo de lo imaginario, un cuerpo de lo simbólico y un cuerpo de lo real” nos dice Lacan en su clase del 16 de noviembre de 1976[2]. El cuerpo Lacan lo ubica, como consistencia en el registro de lo imaginario, desde el punto de vista simbólico se pone en juego la alternancia presencia-ausencia, y en su aspecto más real, se trata de lo vivo casi en un estado puro que podemos considerar como ese “trozo de carne arrojado al mundo”. Es justamente en el Seminario XXIV[3], dictado unos años más tarde que el texto de la Tercera, donde Lacan tratando de construir una trenza de cuatro cordeles, afirma que lo más lejano a lo real es lo simbólico y lo más cercano lo Imaginario y ubica al Sinthoma entre Imaginario y Simbólico. Es un tema difícil y para seguir investigando, pero no hay manera de referirnos al nudo borromeo si no existiese un cuerpo sexuado, hablante y mortal. Es ese cuerpo que portamos, extranjero para nosotros mismos y que está afectado por estas tres dimensiones y el sinthoma que lo anuda.

El vehículo de la presencia del analista, es su propio cuerpo, y según los tironeos del nudo que se vayan produciendo en los distintos momentos del análisis aparecerá más anudada dicha presencia a un registro o a otro.

En mi recorrido analítico, hubo un día que la analista se olvidó de mí en la sala de espera y me encontré con una ausencia que me llevó a experimentar una angustia máxima por “quedar reducida a mi propio cuerpo”. La presencia de la analista se puso en juego por la alternancia simbólica presencia-ausencia, pero del lado del analizante algo de lo real insoportable se experimentó y solamente la afirmación que me vino en ese momento de que el Otro “es un inconsciente” y te deja caer, me socorrió. Justamente la tachadura del Otro me dio coraje y produjo en mí un primer momento de separación. Cuando después de horas me presenté en la sala de espera sin cita y me hizo pasar a mi sesión, la analista apuntaba con sus intervenciones a mi implicación en lo ocurrido y mi respuesta fue clara… “usted se olvidó y ya está, y yo no tengo nada que ver en eso”.

En este pequeño fragmento personal, se constata claramente que solamente sabremos de nuestros actos y decisiones por sus consecuencias. Una serie de contingencias se dieron en ese momento para que esto sucediera. Nuestro deber ético como analistas es estar dispuestos a afrontar una y otra vez estas contingencias.

Más que nunca la política del psicoanálisis y su orientación están en juego y nos toca a uno por uno sostener nuestras decisiones y sus consecuencias. Considero este momento único para poner en acto la afirmación de Lacan de “pasar del padre sirviéndose de él”. Nos serviremos de Freud, nos serviremos de Lacan, pero dando la respuesta singular a lo que “nos ha tocado en suerte”.

Quisiera terminar con esta afirmación de Jacques Lacan en la Tercera, a la que soy afín: “el porvenir del psicoanálisis es algo que depende de lo que advendrá de ese real, a saber, depende, por ejemplo, de que los gadgets verdaderamente se nos impongan, de que verdaderamente lleguemos nosotros mismos a estar animados por los gadgets. Debo decir que esto me parece poco probable. No lograremos hacer que el gadget no sea un síntoma, porque por ahora lo es de la manera más obvia.”

En cada formulación de Lacan encuentro algún mensaje cifrado dirigido hacia los psicoanalistas. En el “no lograremos” nos muestra que podemos querer transitar el camino del “logro” y no del fracaso que conlleva el síntoma. ¡Seguimos en el desafío de apostar por el síntoma!


Mercedes de Francisco

12 de julio de 2020

[1]LACAN, J. Intervenciones y textos 2. La Tercera. 1974. Editorial Manantial. Buenos Aires 1988

[2]LACAN, J. Seminario XXIV.“Lo no sabido que sabe de la una-equivocación se ampara en la morra” 1976-1977. Inédito

[3]Ibidem.

Publicado en la Revista El Psicoanálisis nº 36 (Revista semestral de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis del Campo Freudiano en España) Noviembre 2020